La Pensadora Gaditana: Pensamiento XIV
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Nível 1
Pensamiento XIV
Nível 2
Nível 3
Metatextualidade
Verdaderamente que han
recibido mis Pensamientos mucho favor de la providencia;
pues furcando el immenso occeano de peligros, que ofrece
el Señor Pùblico à los que incautos se entregan à las
encontradas olas de sus opiniones, han llegado con
felicidad à la primera escala, que deben hacer en su
viage; no niego lo que han padecido à los desapiadados
embates de la vulgar ignorancia; tambien confieso los
imminentes escollos en que ha tropezado la inexperta
guia de mi insuficiencia; ¡pero ò fuerza de la verdad, y
lo que supéras! que tú sola, sin mas auxilio que tu
hermosura, aunque ma adornada de mi pluma, has vencido
quantas máquinas y obstaculos te ha opuesto
la ciega malicia de aquellos, que contentos con las
sombras, se niegan voluntarios à los refulgentes rayos
de la razon, y buen juicio. Esta sola circunstancia, que
como objeto principal de mis Pensamientos es lo único
que se halla en ellos de apreciable, ha sido bastante
para haber logrado la aceptacion de los no preocupados,
y para tal ves lisonjearme de que aun entre los mismos à
quienes combaten con mas rigor mis ideas, tienen una
acogida que si bien mezclada con algun resentimiento de
sus preocupaciones, me promete una favorable esperanza
de que à impulsos de la misma verdad que defiendo,
disfrutará con el tiempo mi trabajo aquella dulce
tranquilidad de admitido generalmente, à que sin
violencia se dirigen todas las lineas de mis ideas, pues
siendo el único centro de mis asuntos el verdadero Honor, y el formar hombres amantes de todo lo que
conduce à una racional, è inocente sociedad, imitan mis
reflexiones un cìrculo perfecto en sus máximas; y asi,
aquellas invenciones, que mas parece que me alejan de mi
objeto la Verdad, son las que me conducen mas
propriamente à esta misma, sin que las voluntarias
digresiones sean delinqüentes descuidos; pues un ánimo
aliviado alguna vez con lo delectable, se entrega mas
gustosamente à lo útil, cobrando aliento en la diversion
para seguir con mas empeño su carrera, apeteciendo
siempre lo mas perfecto, que debe ser el objeto de
todos, y lo será de mi pluma esta semana.
Censurenme Vms. señoras mias, de que siempre las
predìco, y de que siempre estoy dando motivo para que
los hombres formen malos juicios de su conducta:
censurenme Vms. no importa, porque es una prueba de mi
verdad las mismas oposiciones, con que procuran, sin
conseguirlo, obscurecerla; y asi, señoras, pues todas
las veces que he hablado con Vms. se han dirigido mis
discursos à su mayor bien, y utilidad, acepten mi
desvelo, por lo que se emplea en su beneficio: yo no me
me [sic] pongo à juzgar de sus interiores, estos quedan
reservados à Tribunal Superior; solo infiero de sus
dichos, estilos, usos, y preocupaciones exteriores, lo
que arriesgan à lo que se expone, aventurando el recato
la estimacion, y la buena fama, viendolas olvidadas del
pudor tan natural de nuestro sexo, y no me motejen la
repeticion de reconvenciones, porque
como mis Pensamientos se dirigen siempre à un mismo fin,
son casi indipensables.
Nível 4
Narração geral
Es el pudor en las
señoras mugeres aquella linea respetable, que
contiene los acometimientos villanos de las
osadías à los primeros pasos de su audacia, para
que à el verse combatidas en su
nacimiento, se contenten solo con dár motivo
laudable à las repulsas, sin que en la permision
logren lastimosamente hacerse ínvencibles à la
razon, y modestia: es un esencial constitutivo,
que nos hace objetos de la veneracion, y nos
coloca en aquella alta estimacion debida à nuestro
sexo, sin la qual aun las damas de mayor caracter
descienden lastimosamente à equivocarse con las
mas despreciables de la ínfima Plebe. Se puede
considerar esta virtuosa prerrogativa nuestra de
dos maneras: una aparente, y simulada, que
haciendo ridículos esfuerzos, por manifestarse en
sus mismas diligencias por conseguirlo, descubre
infelizmente el engaño de su afectacion, y la
falsedad de sus principios: y otra, que es aquella
natural, y propria adversion, con que debemos
negarnos à todo lo que puede ofender nuestra
modestia, y ser causa de que se vulnére
con acciones, ò palabras el estimable decóro, que
nos hace ser el atractivo de los juiciosos, y el
embeleso de los verdaderos hombres; y es tan de
esencia nuestra este verdadero pudor, que luego
que nos falta, nos exponemos à ser el juguete de
las desgracias, y perdemos el estimable nombre de
fieles, que es el caracter proprisimo de la mas
alta dignidad nuestra, sin el qual todas quantas
estimaciones adquiramos, serán fingidas, poco
durables, y peligrosas, como fundadas sobre
principios resvaladizos, ocasionados, y
delinqüentes. Prescinde esta vez mi discurso de
aquellas Damas que se tapan, son marciales,
&c. No procuro tratar aquí de estas, y de
las que desde cien leguas el entendimiento mas
estúpido conocerá, que no procuran cumplir con la
obligacion de su estado; hablo, sí, con las que
apartandose de estas cosas por una
precision política, ò por adversion natural, no
obstante se permiten sin taparse, ni ser marciales
à muchas cosas, que hieren su estimacion, y hacen
perder mucho los quilates de su honradéz. No se
arqueen Vmds. de cejas, señoras mias, ni me
arguyan con que son cabilaciones de mi ociosidad,
que à la verdad, la gran delicadeza de nuestro
honor está tan expuesta à vulnerarse, que à el
menor descuido, desde lo encumbrado de su dignidad
se precipita desgraciadamente à las bajezas de lo
ocasionado: no basta negarse à aquellas cosas, que
son à las vistas mas topos delinqüentes, es
preciso apartarse con empeño aun de rozarse con la
similitud de lo culpable, y no es mucho lo que
pretendo, pues asi como todas nosotras nos
desvelamos infatigablemente por conservar la
herosura, y precavernos con la mas exacta
diligencia de todo lo que puede ofender
la delicada téz de nuestro rostro, y esto solo por
la falsa gloria de parecer hermosas, con mas razon
debemos poner de nuestra parte todos los medios
posibles para que nuestro credito, y estimacion ni
le manchen las sombras odiosas de una osadía, ni
le ultraje la falsa opinion de una sospecha. Es
una de las señales mas caracteristicas del
verdadero pudor aquellos discretos coloridos, que
arroja à el rostro el sentimiento, que hace
nuestra modestia à el verse ofendida; pues
avergonzandose de lo que le es desagradable, pide
ayuda à el corazon en tal riesgo, y este próvido
Monarca de nuestra interior República, favorece
nuestra vergüenza con el auxilio de la sangre, que
à el rápido curso de su socorro nos cubre
hermosamente, y hace velo de aquella rosada
exterioridad, para que nos ocultemos à lo defectuoso, quedando detrás de tan virtuosa
balla del pudor fuera de los riesgos, de los
insultos, y aumentando nuestra hermosura con lo
que mas queremos ocultarla. Gran secreto, Madamas,
para ser hermosas; pues solo el verdadero pudor es
el ingrediente mas eficáz para aumentar, y
conservar nuestra belleza: y si no, ¿quien habrá
que niegue, que una dama verdaderamente sonrosada,
y con el semblante adornado de aquellas hermosas
flores de la modestia, no está la mas linda, mas
agraciada, y mas preciosa? Por el contrario, aquel
afectado pudor, que procura hallarse en todo,
venga, ò no venga, no tiene su habitacion en las
mexillas, que este sitio es el trono del
verdadero, se manifiesta ridiculamente en los
ceños, en los entrecejos, y en lo ayrado de los
ojos, no bajando estos graciosamente,
como hace la medostia, sino elevandolos,
ensangrentandolos, y repartiendo enojos, y
amenazas, quando se habian de manifestar tímidos,
turbados, y fugitivos: no coloréa el el (sic.)
rostro, porque como aquellas exterioridades son
fingidas, y están lejos del corazon, ni este tiene
noticia de ellas, ni las socorre con sus auxilios;
y asi se manifiestan estos rostros con una
implicacion notable, pues haciendo esfuerzos las
cejas, y la frente por manifestar enojos, el resto
del sembiante se mira desentendido à todas
aquellas simuladas diligencias, y quando la frente
amenaza furias, lo demàs es paz, y tranquilidad,
dando evidentemente à entender, que están
posesionadas de su corazon aquellas cosas, que
procuran manifestar les disgustan, y que solo por
un exterior accidente les desagradan. Me he
detenido algun tanto en la explicacion
del pudor verdadero, y falso, para hacer vér à mis
lectores, que pocos se hallan de aquel, y los que
tal vez se encuentran son del fingido, supuesto, y
aparente; ¿porque en realidad, què otra cosa se
advierte en los Estrados, Visitas, y Tertulias,
donde condcurren las Damas, que sucesos todos
contrarios à lo que el verdadero honor pide en las
mugeres? Yo admiro muchas veces el ver la
serenidad, y desembarazo con que se manifiestan
muchas señoras à oír, y corresponder con sus
especies à las conversaciones, cuyos objetos son
los mas arriesgados (bastante me explico.) No es
de mi asunto ahora hacer critica sobre la
imprudencia de los hombres, que sin atender à el
venerable respeto de las damas, excitan, y mueven
estos asuntos en su presencia; quiero, sí, parár
la consideracion en estas mismas, que llevadas de
la vanidad de habler en todo, y sobre
todos asuntos, se entregan à unos discursos tan
agenos de su estado, y à unas chanzas, que en un
vuelo las hace pasar à el país de los
atrevimientos, de las sospechas, y de las osadías,
desde la hermosa region del rendimiento, de la
veneracion, y del temor. No sé cómo no se corren,
y se llenan de una ruborosa modestia, quando oyen
hacer dìscursos, referir sucesos, y contar
chistes, que toda su idéa dirigen à hermosear lo
delinquente, hacer tratable lo inhonesto, y à
vulgarizar los exemplares indignos, para hacer mas
repetidos sus progresos. No sea impertinente, y
mal acondicionada, señora Pensadora (dirán muchas,
ò las mas) ¿pues qué pretende Vmd. de nosotras?
¿Acaso aquellos mismos que nos tratan, y mueven
estas conversaciones, no nos conocen, y saben
nuestro arreglado proceder? ¿No advierten, que si nos damos por entendidas, que mas es
por lucir nuestros ingenios, y concurrir à la
sociedad con nuestros discursos, que por defecto
de nuestro interior, ó por afecto à los asuntos
que tocan? No, señoras mias, no piensan los
hombres asi, ni à Vmds. les sucede esa serenidad
de ánimo, que aparentan, ellos se valen de estas
máximas perniciosa, como de otras tantas espías,
para descubrir, é inteligenciarse de las
fortalezas de nuestro honor: forman sobre estas
experiencias sus juicios, y aunque muchas veces
les salgan errados, por lo menos Vmds. mismas dàn
motivo à hacerse equìvocas en su proceder,
debiendo este ordenarse de tal manera, que no
cause duda la rectitud de su intencion. ¿No es
cosa lamentable, y digna ciertamente de reparo,
vér, y oír à nuestras jovenes doncellas en todas
las concurrencias, no ser las ultimas quando no son las primeras, à procurar
obstentar las mal empleadas luces de sus
entendimientos, correspondiendo, y aun añadiendo
algunos filetes à todo genero de conversaciones,
que à la verdad les habian de hacer enmudecer,
llenar de vergonzoso pudor, y lo mas proprio huir
de tales sitios? ¿Qué juicio se podrá formar de
aquel tierno entendimiento, viendole hacer alarde
de agudo, vertiendo especies todas agenas de su
estado, de su edad, y de sus circunstancias? ¿Para
quando tendràn estas señoras mias reservado el uso
de la modestia, y buena crianza? Si acaso estas
mismas despues se les viere reñir alguna
grossería, ¿à que no consultan su enojo con el
corazon? Nada menos que esto, si la estrañan, ò
les enoja, no es por lo essencialmente malo de la
accion, ó el dicho: y si no, vaya una puesta à que
este fingido pudor, que solo se manifestó en su
frente, lugar proprio de la ira, es
nacido de alguna circunstancia accidental, v. gr.
no ser el sugeto de su gusto; fingir algun desvìo,
ò estár aquel dia de mal humor, por haberle
acaecido alguna desgracia grande, como la muerte
de algun perrito, no haber venido à tiempo el
Peluquero, ó no hallar aquel dia Pasquete para ver
la Opera, ú otras desgracias semejantes, que
sacarán de su juicio à la dama mas pacifica:
discurro que no perdería, porque es ciertamente
inesperado el enojo en aquellas cuyos oídos se
acostumbran à no despreciar quanto se puede
ofrecer en las conversaciones, y que fundan el
lustre de sus agudezas en darse por entendidas, y
noticiosas aun de aquellas cosas, que mas
obligacion tienen de aparentar las ignoran.
¡Valgame Dios! yo quisiera preguntar à mis
Lectores me digan, ¿quantas veces han
visto aquellas apreciables señales, que denotan
sin equivocacion el verdadero pudor? Pero aunque
no escuche su respuesta, sé positivamente, que si
hablan con legalidad, dirán que muy pocas, y me
fundo en que los mas dias se oyen en todas partes,
y en todas las visitas estos chistes, estos
asuntos, fin que los padres, ni las madres se
contengan con la presencia de las hijas, antes à
el contrario, reciben deleyte en que estas mismas
se mezclen en las conversaciones, y manifiesten à
todos lo instruidas que se hallan en lo que habia
de estár mas ageno de su noticia, sin que por esto
les quede el menor escrupulo de que están muy
lejos de ser honradas aquellas, que à lo delicado
de su honor permiten algunos ensanches. Si de oír,
y concurrir públicamente à estos desordenes se
falta à el verdadero pudor, ¿qué será
el entregarse à conversaciones privadas, y
secretas en presencia de tantos como las miran en
un bayle, ò visita? ¿qué se podrá inferir de aquel
delinqüente sigilo entre dos sujetos tan
arriesgados? (Permitaseme hacer algunas
reflexiones, aunque este asunto esté tratado por
mejor pluma.) Algunas veces, que he presenciado
estas concurrencias, quando despues de haber
pasado las ethiquetas forzosas, y que baylados los
minuetes, se principia el furor de la locura en
las contradanzas, quando yá todo yá dirigiendose à
lo peor, no habiendo distincion de asientos, pues
cada uno toma el que le parece, como regularmente
à mí me dejan sola (pues no tengo genio, ni cara
para otra cosa) y mi natural cabiloso en todas
partes me acomete, me he puesto à considerar los
desordenes que se permiten su un bayle, y cómo sin avergonzarse, à porfia hombres, y
mugeres se precipitan à todo quanto malo dá llegar
la publicidad de un Sarao; qué gusto es mirar la
quietud con que una madre vé à su hija à los pies
de la sala sentada en conversacion secreta con un
señor mio, que no conoce, y que parece perro de
oreja à su lado, que habiendo hecho presa, no la
quiere soltar: ¿qué podrá discurrir esta madre tan
pacifica, que hablará aquel pobrecito con la
inocentita de su hija? ¿Vaya que discurre, que
están tratando de la vida de algun Santo? no,
señores mios, no piensa eso, sabe la verdad, pero
como no conoce el pudor, no se le dá nada. Luego
notar à otro lado el disimulo, y sufrimiento, con
que un buen marido mira à su muger muy metida
hasta los codos en conversacion con un hombre
mozo, y galán, sin que ella se acuerde tiene
presente à su marido, ni à él se le dé
nada por ello, aunque la vea tan de buena gracia,
y risueña con aquel estraño; ¡quando tal vez esta
misma en su casa será todo impaciencias, y el
pobre hombre la andará festejando un año, para
verla la risa un dia! pero qué importa? él, ni
ella conocen el verdadero pudor, y asi están
insensibles à los sentimientos mas laudables. ¡O,
qué preocupacion, y qué infelicidad! ¡Que viendose
esto todo los dias en las mayores concurrencias,
no discurran en las sospechas de tales acciones,
ni les dében cara la peligrosa ocasion en que se
ponen! Vaya Vmd. à predicar à un zarzal, señora
mia, (me dirán) que sin duda tiene un corazon
malevolo, y mal intencionado: ¿no se han de
divertir los racionales hablando unos con otros?
¿Qué quiere Vmd. que hagan en tales casos, han de
sacar el Rosario, y ponerse à rezar? Abandone los
temores, que no es todo malo lo que
parece: tal vez en esas ocasiones se estarán dando
un buen consejo, ò tratando alguna cosa útil à la
sociedad. A la sociedad delinqüente, si señores
mios; pero à la verdadera, à la útil, y virtuosa,
ni por asomo. Sobre este mismo particular oí decir
en una ocasion à un discreto: “Que lo que trataban
en estas privadas consultas no sabìa; pero que se
acordaba muy bien lo que el habia hablado en otros
lances semejantes; y que pocas veces habia salido
de estas conversaciones con la misma inocencia,
que las habia principiado.” Yo no tiene duda, pues
los pensamientos decentes, honrados, y justos no
buscan los rincones para comunicarse, ni huyen de
ser públicos, quando se dirigen à buen fin. ¿Con
que viendose esto à cada paso, qué dirémos?
Infieran Vms. que ya me canso de sacar
conseqüencias funestas.
Citação/Lema
¿Quis non uretur, si se dejecit in
ignem?
¿Vivere quis credat, dira venena bibens? Mich. Verinus, pag. 23. Soneto ¿Quien hubo, que arrogante, y confiado, à el furor de las llamas se expusiese,
y de entre tanto incendio presumiese
salir de todo riesgo indemnizado? ¿Se viò alguno vivir tan sin cuidado, que remedios à el daño no pudiese,
si un veneno cruél necio bebiese,
sin temor de quedar atosigado? Lo mismo temer debe la que ciega su honor entre los chistes abandona,
quando à una causa infausta no se niega, Y el efecto infelíz sin duda abona, pues la que à los peligros mas se entrega,
desgracia la Victoria, y la Corona.
¿Vivere quis credat, dira venena bibens? Mich. Verinus, pag. 23. Soneto ¿Quien hubo, que arrogante, y confiado, à el furor de las llamas se expusiese,
y de entre tanto incendio presumiese
salir de todo riesgo indemnizado? ¿Se viò alguno vivir tan sin cuidado, que remedios à el daño no pudiese,
si un veneno cruél necio bebiese,
sin temor de quedar atosigado? Lo mismo temer debe la que ciega su honor entre los chistes abandona,
quando à una causa infausta no se niega, Y el efecto infelíz sin duda abona, pues la que à los peligros mas se entrega,
desgracia la Victoria, y la Corona.