La Pensadora Gaditana: Pensamiento XII
Permalink: https://gams.uni-graz.at/o:mws-091-148
Nivel 1
Pensamiento XII
Nivel 2
Metatextualidad
Por mas que se desvele la
mordacidad en tirarme tajos, y rebeses, estoy muy segura de
que me hiera su intencion; pues defendida con el invencible
escudo de la verdad, à poca diligencia mia quedarán burlados
sus esfuerzos: bien podrá este, ò aquel genio escrupuloso
hallar en mis escritos algun motivo para hacerle objeto de
su crítica, no lo dudo, no soy tan vana, que esté tan pagada
de mi pluma: leerá descuidos puestos en el papel mas por
efecto de una inadvertencia, que por causa de malicia: soy
sola para escribir, y sola para enmendar; porque
el ansia de hacer mi secreto impenetrable, me tiene ceñida à
sola mi consulta; y como esta es de parte tan propinqua, se
mira algo apasionada por mis producciones; y como lee con
los ojos del afecto, no percibe muchas veces los descuidos
de la pluma; pero esto solo se deberá entender en el modo,
no en los objetos de mis Pensamientos; porque estos son tan
racionales, y tan unidos con la misma verdad, que si alguno
se empeñase en impugnar lo que defiendo, se vería precisado
à formar un alegato en favor del vicio, la mentira, y lo
indigno; y en este caso, su mismo esfuerzo por contradecir,
sería la Apología mas sólida en mi defensa. No ignoro que
hay Tapadas de medio ojo, que con una impugnacion
vergonzante andan por las Plazas, las Calles, los Conventos,
y Estrados pidiendo de limosna un poco de
atencion à sus discursos: ¡Pero qué discursos, quando tanto
se ocultan! ¡Qué facil cosa es impugnar, y con qué poca
costa de trabajo se hacen papelones! esto no pide ingenio,
estudio, ò ciencia, de qualquier pelillo se agarran, y como
muerdan, mas que no aprieten: de esta manera atolondran los
ignorantes, pasan plaza de erudítos, y aunque sea à costa
del credito del mismo que impugnan, no se detienen:
representen el papel de entendidos, que todo lo demás es,
como sus escritos, frioleras, y venialidades; porque los
Autores no son proximos, y assi se les ha de tirar hasta la
pared de enfrente; pero me sirve de consuelo, (aunque no me
inquietan estas noticias) que por mas que satyricen, se
hallarán sin objeto que despedazar, pues mi secreto no llega à tres, y estoy muy segura del segundo:
ahora he sabido, que está la sospecha por sugeto mas bajo.
¡Qué gusto, quando un secreto está bien guardado! Este será
el asumpto.
En fin, señores, una accion en que tanto se interesa
nuestra buena fama, y que tan poco cuesta de executar, ¿por
què hemos de ser tan omisos en su práctica? No son
ponderaciones mis discursos, que para lo feo, horrible, y
despreciable de este abuso aún queda la pluma corta en su
crìtica: no niego que es preciso que haya hombres que se
confien; pero tambien los debe haber para callar; pues
muchas veces la complicacion de accidentes en un negocio,
otras la inesperada novedad en un asumpto, y las mas el
solicitar descanso con un amigo, son las causas racionales
para descubrirse; pues si à los hombres se les estorbára el
consultar, tomar parecer, y consolarse con los
de su misma especie, la vida, que en sociedad debe ser toda
dulzuras, serìa en este caso una série de dias fatales, que
nos llevarìan promptamente à la desesperacion. Para que
seamos, pues, dignos objetos de nuestras conversaciones, y
apetecidos con ansia de todos, debemos interesarnos con
nuestros amigos en sus gustos, y pesares, y guardar en lo
mas oculto del pecho aquellos arcános, que ò por favor hecho
à nosotros, ò por utilidad suya, nos descubrieren: seamos
constantes en la observancia de el secreto, y no demos causa
à nuestro deshonor con la pràctica de un tan vergonzoso
abuso.
Nivel 3
Relato general
Es el secreto aquella
señal inseparable de todo hombre juicioso, y la
prueba mas eficáz de su rectitud: no puede darse
hombre cabál, sin que sepa guardar secreto, y es el
mas triste indicio de su ignorancia la poca reserva
para encubrirle. Todos promiscuamente estamos
obligados à poseer esta hermosa prenda, y nadie
podrà eximirse de esta obligacion, aunque se le
ofrezcan los mayores intereses: es una de las partes
mas principales, que constituyen un hombre de bien:
faltando esta, todo falta; pues nunca se dará bondad
perfecta, sin la mas exacta integridad de sus
partes; porque basta para perder una cosa
su perfeccion el menor defecto que se le note. A
todos se les oye comunmente hacer alarde de hombres
de bien, y que saben llenar todo el hueco de sus
obligaciones; y à los mas se les advierte, con mucha
serenidad, y sin avergonzarse, quebrantar un
secreto, y faltar à una confianza; siendo esta la
primera obligacion, y à la que se debe aspirar como
precisa. A la Deidad del Secreto erigió Roma Altares
en la profundidad de los subterraneos, para que aun
los cultos fuesen iguales à los preceptos de la
Imagen: escondían en la tierra las adoraciones,
porque siendo destinadas à un Numen todo mysterios,
era preciso, que aun los sacrificios pareciesen
enygmas: dando à entender en esto, que à solo el
nombre de Secreto le habian de servir de custodia
los montes, para que no se trasluciesen
sus arcános. ¡Con qué facilidad uno preciado de
docto, y de que sabe cumplir con su obligacion,
descubre immediatamente una confianza, que por
amistad, ò precision se le ha confiado, sin que se
le ponga el menor reparo del daño, que se le puede
seguir à su amigo! parece que oculta en el pecho
algun aspid, y que quanto mas le detiene, mas
expuesto está à sus furores, y como si procurára su
mayor salud, busca otro à quien darle el mismo
cuidado, haciendole noticioso de aquello, que nada
menos le importaba, volviendo de la conversacion muy
contento, como si descansára de una gran fatiga:
este mismo à poco rato, por la menor ethiqueta
ridícula, sacará la espada, se expondrá ignorante, y
muy preciado de hombre honrado, querrá hacer creer à
todo el mundo, que es el mas perfecto
observador de las leyes del honor verdadero. ¡O qué
delirio, y qué preocupacion tan vergonzosa! ¿Cómo se
dispondrá para los empleos de las mayores confianzas
de una República aquel que no sabe, ni puede guardar
el secreto de un amigo? ¿Si en la cortedad, y
estrechéz de su pecho no cabe la pequeñéz de una
confianza amistosa; cómo intentará este ser elevado
à aquellos empleos, cuyo manejo encierra la
obligacion de los mayores, y mas sagrados arcános?
Se hallará sofocado con tanto empeño, y como no
acostumbrado en las cosas menudas, estará sin
práctica para las grandes, y se verá desgraciada
víctima de su misma ignorancia. Todas las
conquistas, y grandezas de Roma fueron hijas del
secreto inviolable, que aquel respetable Congreso guardó en sus resoluciones: eran
muchos Senadores à oír, y por muchos siglos no hubo
uno, que se determinase à hablar; y asi aquel
venerable Cuerpo de hombres juiciosos, y de sólidos
entendimientos logró, con el Imperio del Universo,
el premio debido à su heroyco silencio; pero apenas
elevaron à la dignidad de Togados à hombres no
acostumbrados à guardar secreto, quando mudó
semblante su fortuna, y fue arruínandose aquella
grandeza à el ruin impulso de las lenguas mas viles.
No sé cómo no se oculta en lo mas escondido de la
tierra aquel indigno, que facil en sus
conversaciones, refiere sin reserva las noticias mas
secretas, y à las que tiene mas obligacion de
custodiar: es esta accion la mas ruin, mas
despreciable, y mas ignorante de los
hombres; y el que asi lo practíca, merece ser
tenido, y en efecto lo es, por el mas vil, el mas
barbaro, y el mas intratable de todos, se debe huir
de él como de una fiera, pues cruél con su honor, y
con el ageno, debe solo ser habitador de los montes,
y desterrado de la sociedad. Son estos habladores
como los sapos (sabandijas asquerosas) todas boca, y
nada pecho, que apenas la abren, quando se les
registran los escondrijos mas ocultos de sus
entrañas; y como à tales se les debe negar aun la
cortesìa menos política: son peste causada por los
indignos vapores de la vileza, que à el menor
contacto, infeccionan à las confianzas mas robustas.
¡O perversidad de espiritus, que no elevando sus
discursos à lo sublíme, se contentan,
como sabandijas, en arrastrarse por las indignidades
de lo delinqüente! Estarán muchos creídos, que
porque un secreto no sea contra el honor, ò
estimacion de quien le confia, que no están
obligados à guardarle. ¡O, qué ignorancia! Todo
hombre de bien, todo Cavallero, y todo bien educado
tiene obligacion indispensable à reservar una
confianza, aunque le parezca impertinente: ¿Puede
acaso saber los motivos de aquel que se la reserva?
¿No podrá ser, que lo que à él le parezca inútil,
para el otro sea una cosa de mucha importancia, y
quizá, y sin quizá, lo que mas en toda su vida le
pueda interesar? No tiene duda: ¿pues por qué hemos
de ser tan fáciles en descubrir los secretos agenos,
quando de su falta se le pueden seguir à el amigo, ò conocido tal vez algun grave
daño? No hay réplica: quien asi lo executa, ni será
hombre de bien, ni Cavallero, ni parecerá bien
educado, aunque se esfuerce neciamente por parecerlo
todo: será como las estatuas, que aparentan los
mayores afectos del ánimo, y el interior todo es
tosquedades, rudezas, è insensibilidad, sin que
ninguno, aunque las mire llorar, ò reir, se persuada
à que pueden reir, ò llorar. Es la fidelidad aquel
atractivo amable de la sociadad mas regulada, y la
basa principal sobre que estrivan los mayores
progresos de toda correspondiencia; faltando esta,
se destruye el trato civil, y político, y los
hombres quedan expuestos à ser el objeto de las
insidias, osadías, y trayciones; pues no teniendo
una fé firme, que los asegure en sus negocios, vendrá à ser la comunicacion de las gentes,
no correspondiencias racionales de hombres, y sí
acometimientos de fieras, que se destruyen entre sí:
de la fidelidad es la principal circunstancia el
secreto, y si este no se guarda, no existe la buena
fé, se echa menos lo mas esencial, para hacernos
comunicables; porque aunque notamos freqüentemente
en las Tertulias, Estrados, y conversaciones aspirar
los hombres à el trato sociable, en la práctica de
nada están mas lejos; pues tan facilmente, y tan sin
pudor se niegan à lo mas preciso para conseguirlo.
¡Infelíz desgracia! ¡que un requisito tan poco
costoso para completar perfectamente el todo de
nuestra principal obligacion, se obandone por el
odioso abuso de una ruindad! ¡Que no se llegue à
conocer el indigno nombre, que adquiere
entre las gentes aquel, que sin temor à su mismo
daño, se precipita à faltar à la fé sagrada del
secreto! Todos se quejan regularmente de esta falta
de correspondiencia de sus amigos, y lo peor es, que
todos parece hacen empeño en ser los delinqüentes.
Es una prueba real de la mala inclinacion, y escasèz
de entendimiento en un sugeto, quando se le advierte
propenso, y facil para esta accion tan odiosa;
porque antepone el ruin gusto de hablar, y descubrir
lo que no le cabe en el pecho, à el sagrado mas
respetable de su obligacion. ¿Còmo podrá ser de un
genio amable, de un entendimiento sério, y de una
amistad apetecible, el que le falta resistencia para
ocultar en el silencio, lo que es importante á su
amigo? No puede ser, es preciso que sea
de un genio cruél, de un entendimiento estúpido, y
de una amistad aborrecible, y traydora; pues ó no le
apiada, ó no conoce, ó le deleyta el ageno daño, que
de su necio hablar se origina casi siempre. Estos
hombres merecian habitar los montes, apartarlos de
los manejos públicos, ò à lo menos ser conocidos de
todos, para que huyesen de ellos, como tocados de la
enfermedad mas pestilente; y en este caso serían las
Ciudades el centro de la paz, la buena intencion, y
la verdad. Piensan los mas, que solo está obligado à
guardar secreto aquel à quien se le hizo dueño de la
confianza; y que todos aquellos que se inteligencian
de lo ageno, ò por la infidelidad del primero, ò por
otro qualquiera accidente, que no están comprehendidos en la misma obligacion; y este es
un abuso tan malo como el primero: todo hombre
prudente, y que quiere proceder con rectitud, debe
antes de hablar premeditar si de sus razones se le
puede seguir daño à alguno, para escusar con el
silencio lo que tal vez despues no podrá remediar:
esto se debe entender, quando una noticia, aunque
haya pasado por tres, ò quatro, todavia guarda la
forma de secreto, que quando es pùblica, por la
repetida malevolencia de los noticiosos, yà es claro
no obliga, porque yà no es secreto, y entonces
pierde el derecho de callarse. Tambien hay muchos
que quebrantan el secreto, é incurren en este abuso,
quando con una porfiada curiosidad procuran saber lo
que alguno intenta ocultar por sus fines
particulares, y asi todos los esfuerzos
que ponen para conseguirlo, son otras tantas
acciones viles, é ignorantes, que los coloca en el
número de los necios, y los aleja de tener el nombre
de juiciosos, y hombres formales; porque si Pedro
oculta este, ò aquel particular, que à tí te parece
no tiene motivo para callarlo, y tú por tu ruin
curiosidad te desvelas en notar acciones, juntar
descuidos, y hacer preguntas repentinas, ¿qué otra
cosa intentas, que descubrir el secreto ageno, que
no puedes saber lo que le importará su silencio? Tan
reo eres tú por tu impertinente curiosidad, como el
otro à quien fiandoselo el mismo interesado, le
quebranta indignamente. No nos cansemos, de
qualquier manera que se falte à el sagrado silencio
de la confianza, es una accion vil, procedida de
mala crianza, peor sangre, ò perversa
inclinacion, y merece el dueño de ella el odioso
titulo de enemigo cruél de la sociedad. Pero me dá
risa quando veo à algunos, que mas por vanidad, que
por amor à la virtud, hacen obstentacion de
silenciosos, y pretenden, que todos les dèn muchas
gracias, y les alaben porque saben guardar un
secreto: ¡Pretension ridìcula! Es tan de esencia de
el hombre de bien ser silencioso, y fiel à lo que le
confian, que por su falta merece el mayor desprecio,
y por su observancia no es acreedor de las
admiraciones, que pretende; porque practìca una
accion, que es casi el constitutivo de su rectitud.
¿Porque no fuera cosa de risa el que un hombre
hiciese obstentacion de tener ojos, manos, y pies,
quando sin estas cosas mas serìa tronco informe, que
figura de hombre perfecto? Pues asi el
que guarda secreto, y cumple con esta precisa
circunstancia hace lo que debe; pero executa una
cosa, que sin ella no fuera hombre de bien, fuera un
intratable, serìa un tronco, en quien no tenìa
dominio el entendimiento: y asi, haciendo lo que
tanto le importa, alegrese, pero no espere
agradecimiento ageno, pues todo el premio redunda en
su beneficio. A este asumpto dijo la juiciosa
crìtica de un entendimiento no vulgar, cuya opinion
venero muy gustosa: “Que el hombre, para guardar
secreto, lo ha de executar sin violencia, porque es
accion en cuya práctica èl es el principal
interesado, y se ha de mover à hacerlo asi, mas por
el amor à la rectitud del bien obrar, que à el
provecho, que se le sigue à el proximo; porque esto es accesorio, y aquello principal.”
Pero si tan mal obra el que es infiél à lo que se le
confia, ¿quanto delinquirà aquel inconsiderado, que
traydor consigo mismo, sacrifica à su inconstancia
lo que mas le importa? Si no puede tener dentro de
su pecho una noticia de que se mira el mas
interesado, ¿còmo pretende, que quien por lo regular
la mira con indiferencia, sea mas legal, y la
custodie rigorosamente? Es una locura, y es
pretender un imposible, quando tiene tantos
exemplares, que le advierten lo contrario.
Es la mas continua declamacion de los
hombres, que Muger, y Secreto no pueden mirarse
juntos; y este delito, que hacen peculiar à nuestro
sexo, se halla con privilegio de
antiguo entre los mismos que nos insultan: ¿Qué otra
cosa se vé en el mundo, que desgracias, y
fatalidades, nacidas todas de la facilidad con que
se cumple tan mal esta obligacion? ¿Aquellos que
pretenden hacernos aborrecibles con pintarnos
incapaces de guardar secreto, qué otra cosa prueban,
que sus mismos delitos? Y si no, diganme: ¿Quantas
mugeres puedan decirme, que no han guardado secreto,
de quien lo supieron primero? De ellos mismos, de
sus maridos, de sus padres, hermanos, &c.
Pues si no obstante el recelo, que todos tienen de
nosotras, aun no basta para contenerles en su deber,
quando nos descubren lo que ocultan en sus pechos,
¿por qué pretenden que nosotras seamos mas capaces,
que ellos mismos de practicar lo que
parece les es imposible? Si con la accion misma, con
que nos hacen cómplices de su interior, nos dán un
perverso exemplo; ¿por qué intentan, que nuestra
resistencia sea mayor, que la suya? Callen los
hombres, cumplan los hombres, y sean mas constantes,
que nosotras cuidado tendrémos de imitarlos en lo
bueno, yá que por desgracia les parecemos en lo
malo; y si acaso no me creyesen, no se confien de
nosotras, y está el daño remediado; pero esto es
imposible: estoy en la inteligencia, que apenas uno
de estos señores enemigos nuestros se halla con un
secreto dentro de sí, quando anda despavorido
buscando à quien hacer partìcipe de aquella carga.
Estamos nosotras en nuestras casas muy agenas de
estos cuidados, entra un señor mio con el comun
estilo de fingir, y mentir: se
acerca, ò à aquella con quien tiene alguna
estrechéz, ò con la primera que encuentra, y
haciendo alarde de lo que la estíma, y ponderando su
cariño hasta las nubes, por dár una prueba sensible
de su aparente verdad, la confia el secreto: á la
primera luz parece favor, pero en realidad es lo
contrario; porque lo mismo hubiera hecho con Perico
el de los Palotes, si se le hubiera puesto à tiro:
la Dama, que le oyó, y que està por lo regular
acostumbrada à oìrle ponderar quanto hace, y dice,
por encarecer la cura, regúla aquella noticia
importante con las muchas frioleras, que en el
discurso de la conversacion la ha dicho, y asi á la
primera ocasion, sin malicia, hace público, lo que
debía ocultar el mas rigoroso sigilo: ¿Y quien fue la causa indigna de esta desgracia?
¿quien? el que la dijo, que la pobre Dama, qué sabe
de estas cosas.
Nivel 4
Ejemplo
No duraron las sin
iguales fuerzas de Sanson mas tiempo, que el que
tardó en descubrir à Dálida donde las tenìa
despositadas; y el que antes de haber sido
confiado, era terror de sus enemigos, despues se vió ser la burla, y juguete de
aquellos, que mas le temieron, y se halló en la
precision de obedecer à los que despreciaba para
mandar. ¡O, y quantos Sansones se miran derribados
de la altura de su poder, por la bajeza de no
saber encubrir su interior! Todo hombre debe hacer
estudio particular en disimular su ánimo, porque à
quien hiciere dueño de sus secretos, lo será
tambien de su fortuna: no se adquiere con esta
confianza un amigo, que se cosigue infelizmente un
tyrano, que como dueño yá del corazon, se hace
respetar sobervio, y cobra en repetidos temores
los tributos de su tyranía.