Carta XVIII
. . . Causas cognoscite
rerum.
Pers. Sat. III. v. 66.
Conoced el origen de las cosas.
Señor Censor.
La siguiente sátira que me dexaron
en mi casa pocos dias hace, sin duda con el fin de que la publi-cáse, aunque entiendo poco de achaque de versos, me parece
justo complacer al Autor de ella, quien manifiesta merece mas cuidado á
Phebo, que otros muchos versificadores del dia, los quales no hacen otra
cosa que forzar las Musas á regañadientes del rubio Apolo.
No púedo menos de compadecer á los Autores de semejantes Estoicos
Sermones, por la infructuosa fatiga que se toman en reprehender á
quienes no deben, aunque sean segun las pintan, como me persuado
serán.
Si yo hubiese nacido con la arriesgada gracia y habilidad de tener genio
satírico, le emplearia todo contra las madres; si señor, contra estas, y
no contra sus hijas, cuyos vicios y desórdenes, son por lo comun efecto
de la mala crianza que recibieron, del abandono con que las criaron, y
principalmente del escandaloso exemplo que les han da-do
las mismas de quienes debian tomar el mejor.
Ætas parentum, pejor avis,
tulit
Nos nequiores, mox daturos
Progeniem vitiosorem.Muy mejores/fueron nuestros
abuelos,/que nuestros padres; somos hoy peores:/de nosotros se
espera/sucesion que en maldades nos prefiera. Traduccion de
Lupercio Leonardo de Argensola del lib. III. Oda VI de
Horacio.
Cantó, ó por mejor decir, lloró Horacio,
quando creo que no estaban aun tan corrompidas las costumbres Romanas
como hoy las Españolas. Si nuestros abuelos han sido malos, sus nietos
son peores: ¿y qué esperamos sean los viznietos? Malísimos precisamente,
si imitan como es regular, los deformes modelos que cada dia les
presentamos.
Pero ¿qué podemos esperar de hi-jas cuyas madres
absolutamente olvidaron que lo son, y que parece se avergüenzan de tener
tan dulce nombre? ¿Qué hombre de juicio no abominará la despreciable
conducta de muchas de estas, que debiendo emplear toda su atencion y
cuidado en instruir á sus hijas en la Religion, inspirándolas el temor
de Dios, el horror á qualquiera accion en que el honor tenga que sufrir,
haciéndolas ver la lastimosa conducta de muchas, y lo despreciables que
por ella son en el mundo, no procuran exôrtarlas á que sus acciones sean
en todo desemejantes? Mas, ¿cómo han de hacer esto, madres, que ocupan
todos los instantes en adornarse para captar la voluntad de qualquier
hombre, como no sea la de su esposo, aunque el sol de su belleza esté ya
trasmontando, ó enteramente en su Ocaso? ¿Nó se ven hoy muchas y muy
muchas que acuestas ya con toda la edad del desengaño, ig-noran aun sus obligaciones, y están prestando con su irregular
conducta materia de risa y murmuracion á quantos las observan en los
bailes, en los teatros, y en toda publicidad con un hombre alquilado,
para que las digan que son bellas, discretas, juiciosas y dignas de un
obsequio universal, impidiéndolas su amor propio conocer que aquel
miserable y vil adulador vende sus expresiones y libertad á precio de
oro? ¿Habrá muger tan loca que se pueda persuadir son sinceros dichos
obsequios, ni que se crea capaz de inspirar una pasion despues de
quarenta años? Ven las hijas estos desórdenes, estas locuras en sus
madres, y las culpamos porque con todo ahinco las imitan. Fuera de
nosotros tal injusticia. Sirvan de universal exêcracion todas aquellas
pocas que habiendo recibido una educacion justa, degeneran de los
preceptos que procuraron estampar en su al-ma desde su
infancia; y compadezcamos á las que por su desgracia tuvieron la grande
de nacer de madres locas. ¡Quántas y quántas hay de estas!
Plutarco en el famoso
libro que escribió sobre la educacion de los hijos, previene á los
padres dén á los suyos buen exemplo, á fin de que imitándolos, no sean
torpes, deshonestos ni viciosos; y puedan reprehenderlos y castigarlos
en caso que su conducta lo merezca; pues de lo contrario, ni aquellos
harán aprecio de sus admoniciones, ni dexarán de advertir que los que
viven mal, tienen muy cortas facultades para reprehender á nadie.
¿Por qué la hija de Flora no ha de ser : : : si está viendo desde
chica que su madre no se avergüenza de ello, y que necesitaria la joven
Señorita tomar aliento quarenta veces si se empeñáse en querer contar el
número de los escandalosos y pérfidos adoradores que vió
entrar en su casa?
Scilicet expectas, ut
tradat mater honestos,
Aut alios mores, quam quos habet?
No señor: los hijos forzosamente han de seguir el exemplo que
les dieron sus padres; y esta es la causa porque vemos hoy tantos
desórdenes, tanto abandono en las obligaciones, y tantos matrimonios
desgraciados.
Nada mas encargó Raguel á su hija Sara al tiempo de
partir esta con su esposo Tobías á la casa de sus
suegros, si no que honrase y venerase á estos, amase
al marido, cuidase de la familia, gobernase la casa, y
últimamente que se portase con una conducta
irreprehensibleTobías cap. X. v. 13..
¿Es esto lo que se aconsejan hoy
algunas madres á sus hijas? No por cierto; todo lo
contrario. ¡Qué horror!
Asi pues, dirijanse las sátiras, las invectivas contra las madres, que
este es el camino mas seguro para que avergonzadas eduquen mejor á sus
hijas. Burlémonos de todas aquellas que no quieren jamas salir del
estado de niñas, y que haciendo siempre de tales, se persuaden locamente
alcanzar por este medio las adoraciones y rendimientos de los hombres,
quando solo adquieren de ellos el desprecio, la befa y la abominacion.
En alguna Carta discurriré sobre el particular con mayor extension, pues
la brevedad que me he propuesto, no me permite dilatarme mas en esta;
siendo el tema sobre que fundaré mis reflexîones, la disparatada
pretension de los Cangrejos quando se empeñaron en que sus hijos
andubiesen ácia adelante, andando los padres ácia atrás.
Sátira.
¿Qué haces Silvio? ¿A la boca el dedo llevas?
¿que calle me señalas con el dedo?
¿he de decir yo
acaso cosas nuevas?
Asuntos, que cantó Leon, Quevedo,
y un numeroso coro de Poetas
me han de imponer á mí
panico miedo?
Si al veneno el antidoto recetas,
que hagas convalecer á los mortales,
verás como yo
callo, y no te inquietas;
¿Pero quieres que á vicios capitales,
que justo no hay que sin horror los vea,
adulen de
Helicona los cristales?
Desde que nos dexo la Diosa Astrea
carece yá de premio, y de castigo
quien del uno ú del
otro digno sea.
Radamanto en el mundo hecho un
mendigo,
tuvo que ir á vivir con Acheronte,
por no encontrar en parte alguna abrigo.
Al que con la virtud docil confronte
oirás que admiran como cosa nueva
verle
subir de la fortuna el monte:
Esta Deidad órden ninguno lleva,
al que ayer era objeto de desprecio,
hoy á la cumbre
del respeto eleva.
Y mañana descarga un golpe recio
en quien juzgó tenerla yá propicia
con torpe orgullo, y
con discurso necio.
Se vé el pudor sugeto á la malicia,
y mugeres, que en Danaés
transformadas,
prostituyen su honor por la codicia:
Mil Ninfas tan endebles, y cuytadas
que si las recogiesen las Vestales,
estarian con Oppia sepultadas.
Del Templo de Himeneo en los
umbrales
vemos ligarse yá los corazones
por fines, y proyectos
criminales;
Y vemos tantas pérfidas uniones,
que yá las teas arderán en vano
para abrasar sacrilegas
ficciones.
¿Y estrañas, Silvio, ver tanto Vulcano,
que por fragilidad de su Deidamia,
dé en otra red de talamo
profano?
Aquel mancebo, que casó con Lamia,
piensa tener el cuerno de Amalthea,
y solo tiene el cuerno de la infamia.
Hace que á su muger el rico vea,
y vendiendole entera confianza
para entrarle en su casa
busca idea.
La facilita luego, y afianza
con oro de este la muger agena,
y en el una accion vil
á la otra alcanza,
¿No ves aquella presumida Elena,
que pasea con tal desenvoltura,
llena de vanidad, de
galas llena?
Pues mira que es prestada su hermosura,
y que con todo aquel color postizo
ha sido de infinitos
sepultura.
Un rostro macilento, y muy pagizo
le ha dexado la edad; pero ella quiere
ocultar lo que
el tiempo yá deshizo.
Su orgullo y fausto, como alguno infiere,
sosteniendole está un tremulo viejo,
que en sus delirios con verguenza muere.
Y exerciendo funciones de cortejo
dá credito á fingidas expresiones,
sin que se desengañe
en el espejo.
Tiene dos hijos, que en disoluciones
su juventud lozana han empleado,
decorando del padre
las lecciones;
A todo vicio rienda suelta han dado,
su perdicion muy proxîma contemplo,
siempre que
advierto su infeliz estado:
Ningun respecto les impone el Templo,
ni otra conducta sobria, y moderada,
de confusion les
sirve , ni de exemplo:
Una odiosa elacion desordenada,
en sus tristes viciados corazones
ha tenido perpetua su
morada.
¿Y con la nota vil de estas acciones
juzgan que desempeñan la adquirida
nobleza de otros
inclitos varones?
El honor, la virtud, sangre vertida
por la Patria de sus progenitores,
¿tan torpemente
yace? ¿asi se olvida?
¡A quánta compasion son acreedores!
¡qué facilmente se marchita y huella
la
opinion que costo tantos sudores!
Guardarte debes candida doncella,
con un ceño oportuno, y desdén sábio,
de un joven, que
el honor asi atropella;
No des, te aviso, credito á ese Fabio
mira que su intencion es muy mezquina,
aunque escuchas
lisonjas de su labio.
En su pecho ocultando está la mina,
que si rebienta en tu pudór y fama,
todos verán la mas
fatal ruina.
El que mil veces te juró que te ama,
de tu propio disgusto, y tu quebranto,
el tiunfo [sic]
á su deseo impuro trama.
Aprovecha el aviso, que entre tanto
verás á otras lamentar su suerte,
con gozo ageno, y con
inutil llanto.
Pues ¿y la viuda aquella que la muerte
lloraba del esposo, que ha perdido,
ya en teatros y
bayles se divierte?
La que llorando prometió á Cupido,
aumentando las aguas al Letheo
con mas amargas lagrimas que Dido,
Ser de la parca misero trofeo,
ántes que dar segunda vez la mano,
ya destierra
memorias de Siqueo:
Y arrebatada de un amor insano,
comete mil excesos torpe y necia,
con otro mas perjuro
que el Troyano?
Pero no importa; dexa que Lucrecia,
y otras ridiculísimas Romanas,
que el Filosofo adusto
tanto aprecia,
Consígo mismas sean inhumanas
ántes que á su pudór la nota infame;
que no han de ser
asi las Castellanas
Porque audáz contra tí la gente clame,
¿tendrás valor colerica y sangrienta,
de que un puñal
tu roxo humor derrame?
Ya en este siglo nadie se violenta,
que para quien en vicios se embriaga,
lo mismo es una
hazaña que una afrenta.
Pero pluma, que á tantos será aciaga
¿qué dirá de la turba de Escritores,
con que la edad
presente nos amaga?
De esos necios intrusos á Mentores,
que al culto, y rudo vulgo sin reserva
ostentan la
hediondez de sus sudores?
De esa debil, y misera caterva
que nunca ha visitado, ni aun de paso,
los oscuros
zaguanes de Minerva?
Y qué ¿podrá tener Apolo acaso
sufrimiento de ver vilipendiadas
las sacrosantas leyes
del Parnaso?
¿Permitirá seguir desentonadas
esas voces que turban la harmonía
de otras sonoras
Lyras bien templadas?
Dia vendrá, vendrá el dichoso dia,
en que este Dios á ira provocado
escarmiento prevenga á
la osadia.
Y sino llega el plazo deseado,
y sigue la ignorancia con descoco,
será que Febo se
habrá vuelto loco
con España triunfante,
y el Juzgado.