La Pensadora Gaditana: Pensamiento VI
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Level 1
Pensamiento VI
Level 2
Metatextuality
Caspita, y qué buena defensora nos
hemos echado á la cara: (dirán mis Gaditanas) lindo modo de
desagraviarnos, y vengarnos de los hombres es dirigir el
satyrico corte de su pluma contra nosotras, despues de
lisonjearnos, con que salía á la Plaza del Mundo en favor
nuestro: esta es bellaquería de mas de marca. No, Madamas,
no es bellaquería, ni tampoco falto á mi palabra, es otro el
motivo; y para desenojarlas, se lo diré en confianza: Son
tan malos los hombres, y tan vengativos, que si abiertamente
presentára las baterías de mis Pensamientos contra el
dilatado campo de sus desordenes, á el verse
sorprendidos de mi crítica soltarían la maldita, (que yá nos
exceden en esto) y con dicterios, apodos, y burlas me
quitarían la estimacion, y credito en dos dias; y en este
caso mis papelillos sería preciso depositarlos, y
repartirlos entre los Montañeses, para que me los hiciesen
especiales. No, señoras mias, primero soy yo, Vms. como de
casa suplan mis impertinecias, que los de fuera no tienen
tanta obligacion, y consuelense Vms. con que no se quedarán
riyendo, pues no soy manca de discursos, ni tuerta de idéas,
que aun durmiendo me veo combatida de Pensamientos, como lo
verán por el presente, que voy á referir. Si antes que me
huberia puesto á pensar en la utilidad agena, se inclináran
mis reflexiones á mi propria conveniencia, y
descanso, ni yo me viera ahora con mil inquietudes, ni mi
tal qual entendimiento se hallára fatigado de objetos, que
temo, y con bastante causa, que la compilacion de sus
especies me haga perder el juicio, y que una fatál demencia
me descubra antes que lo logre la porfiada curiosidad; pues
se amontonan tantos pensamientos, ideas, y reflexiones en mi
fantasía, que á el continuado repetir de sus instancias, me
veo tan agena de mi tranquilidad estudiosa, que parece mi
imaginacion un caos de confusiones; pues atropellandose los
asumptos con porfia, ni yo soy señora de mis acciones, ni
ellos toman el lugar, que merecen en mi atencion. En la
mesa, estoy pensando, en casa pienso, en la calle pienso, en
la Igesia [sic] pienso, en las visitas pienso, y en fin lo
poco que duermo es pensando, como me sucedió
noches pasadas: que como mi fantasía está tan preocupada de
especies pensadoras, vistió sus sombras del color de mis
ideas.
Se proseguirá otra semana.
Level 3
Dream
Me pareció hallarme en un
Tribunal, donde lo magestuoso, honesto, y lucido
hacian un discreto maridage entre obstentacion
cuerda, y los bien colocados adornos; pues allí no
se registraban las necias superfluidades, que mas
sirven à la vanidad, y sobervia, que á lo util, y
decente. En la fachada principal de la Sala se
elevaba del pavimento poco menos de una vara un
Trono, que cubierto de un Dosél de terciopelo
carmesì, sin galones, daba authoridad, y gala á un
Personage de mediana edad, vestido á lo moderno de
un medio color obscuro, y sin cuidado á el parecer
en su trage: estaba con su peluca bien
peynada, sombrero proporcionado, y todo él con una
curiosidad agradable; pero causaba tal respeto la
compostura de su semblante, que á el mismo tiempo
que robaba la voluntad, infundía veneracion. Ocupaba
una silla de una materia, que no supe distinguir, sí
bien reparé, que no era de ningun metal precioso.A
el lado derecho, sentada junto á una mesa, estaba
una hermosisima Muger vestida de blanco, cubierta
enteramente con un velo, que cortés no escaseaba los
brillantes rayos de sus ojos. Habia por la Sala
diferentes personas de mas inferior calidad, aunque
todos eran igualmente agradables, y curiosamente
vestidos. Yo estaba fuera de mí á el ver scena tan
féria, y admiraba el religioso silencio, que todos
observaban, hasta que aquel hermoso
Presidente, volviendo dulcemente el rostro á la que
tenía á su lado, la dixo: Yá, bellisima Verdad,
amada compañera mia, llegó la ocacion en que todos
aquellos que preocupados de tu hermana la Mentira
viven ciegos, llamados por el Buen Juicio vengan, y
comparezcan en este Tribunal, formado á instancias
de la Razon, á dár cuenta de sus errores, y
ridiculeces, y llevar el castigo correspondiente á
sus delitos; y pues yá veo algunos que esperan
licencia para entrar, manda á el Proprio
Conocimineto les franquee la puerta; y descubrete
enteramente, ó Verdad Divina, para que á los rayos
de tus luces miren con mas reflexion el Desengaño.
Entonces la Verdad, respirando fragrancias, dixo: Yá
era tiempo, ó verdadero Honor, inseparable hermano
mio, que saliesemos de la esclavitud, y
abandono en que ha algunos siglos que vivimos; pues
desde que los Sanchos, Alonsos, Cordovas, Leyvas, y
otros verdaderos hijos tuyos desaparecieron de la
tierra, todo es locura, engaño, y falsedad quanto se
mira; y pues me veo elevada à el alto puesto de
Fiscál de los mortales, dése pricipio á la vista de
sus causas, yá el castigo de sus delitos; y asi, ó
tu Proprio Conocimiento, dexa pasar á el Tribunal
del verdadero Honor á ese primero, que mas de cerca
te procura. Abrió la puerta el Proprio Conocimiento,
que era uno de aquellos que hacian corte á el
verdadero Honor, y la Verdad, y entró, y se presentó
como reo en aquel justo Tribunal un hombre de poca
edad, pobremente vestido, que haciendo infinitas
corteías à todos, y postrado á los pies
del Presidente, dixo temeroso: Yo, señor, soy Don
Anselmo Cyrilo de Mendoza Guzmán Sylva y
Portocarreror, hijo de nobilisimo Padres, como por
mis esclarecidos apellidos se conoce; pero la
fortuna contraria à los nobles pechos, me tiene
constituìdo en la mayor pobreza; y como el Mundo
ignorante no estima más, que el oro, y este me
falta, y mi honor me estorva le busque por medios
indignos á mi sangre, todos me desprecian, y nadie
se duele de mis trabajos, y asi vengo á tus piedades
para encotrar alivio à mis desdichas. Levantóse la
Verdad arrojando el velo, que la cubrìa, (à cuay
accion se quedó el pobre Cavallero corrido) y
haciendo una reverencia à el verdadero Honor, habló
de esta manera: Aquì està, Señor, uno de los muchos,
que falsamente engañados de su amor
proprio, y vanidad, disfrazan su dlinqüente pereza,
y ociosidad con el honor, que no conocen: piensan
estos, que el honor consiste en tener una vida
inutil, viciosa, y libre, sin que se mezcle en los
laudables pensamientos de adquirir honestamente con
que vivir; quando pudieran, si procuráran conocerte,
hallar infinitos medios, en que otros tan honrados
como ellos han adquirido hacienda, estimacion, y
virtud: y no que por seguir sus erradas ideas, viven
en un estado diametralmente contrario al verdadero
honor, siendo el cansancio, y molestia de todos, y
entregandose à todo genero de vicios, è
indignidades, haciendese cómplices de agenos
delitos, son los azáres den las casas de juego, y el
coco en todas partes; pues todos, luego que los vén
les vuelven las espaladas, temerosos de
sus pediduras: y todo esto sufren, y toleran por su
honor, y por no manchar su honor: ahora vea vuestra
Alteza si es digno de castigo el abuso. Mesuróse el
Presidente, y con semblante ayrado le dixo: Vén acá,
infelíz, y vengan todos los que son como tu, la
nobleza, y el honor, que pone á los hombres en la
obligacion de ser virtuosos para sí, y útiles para
su Principe, es impedimento para buscar la vida?
¿Acaso es de más honor verse en la última miseria,
expuestos á ser el desprecio de todo un Pueblo,
pidiendo, y chasqueando á quantos se conocen? ¿No es
un deshonor claro el abatimiento, la pobreza
indigna, y desnudéz en que vivís por vuestras falsas
ideas, queriendo ser honrados por Cavalleros solo de
vuestra boca, por no humillar vuestra vanidad, que
es el origen de este desorden? No
aconsejo, ni mando, que se ocupen en empleos viles,
esto serìa locura, hay mil modos indiferentes en los
que nuchos han encontrado el cómo hacer
resplancdecer su Nobleza, que tenian obcurecida con
la necesidad; y luego el que es Noble, y como tal
quiere portarse, Regimientos hay, Fusiles no faltan,
y principen la carrera, pues están tan á los
principios: Por ahora, en pena de vustra culpa,
mando que tú, y todos tus compañeros vayais por seis
años á la Corte á ser Cocheros de Pretendientes,
para que siempre os veais cavalleros, trateis de
cavallerias, y andeis arrastrados con la Nobleza mas
publica del Mundo. Baxo la cabeza, y salió de la
Sala echando ternos, en señal de que principiaba á
obedecer. Ocupó el puesto, coduciod por el Proprio Conocimiento, un hombre con bastante
decencia, de un semblante adusto, la vista inquieta,
y frente arrugada, que haciendo una cortesía
violento, dixo desentonadamente: Yo, Señor, soy un
Cavallero digno hijo vuestro, que amante de mi
honor, he arriesgado mi vida por conservarle claro,
y limpio mas que el Sol. Levantóse la Verdad
impaciente, y dixo: El reo que miras es uno de
aquellos, que ofuscando su entendimiento con las
siniestras luces á que miran el honor, todo lo
atropellan, lo insultan, y desazonan, siendo el
ruido de sus compañias, el encuentro de las
conversaciones, y el dedo malo de la sociedad; pues
siempre ignorantes, discurren consiste el honor en
ser desabridos, descorteses, porfiados, y atrevidos,
mirando á todos con desprecio, y siendo para estos un delito de pena capital la menor
reconvencion de sus disparates, sin jamás dar oídos
á el desengaño, pues llenos de una necia pasion
propria, discurren está su honor en no confesarse
inferiores aun á aquellos que les exceden
sobradamente, haciendo punto de su despreciable
honor las ridiculeces mas proprias de la risa, y las
porfias mas inutiles del Mundo, arriesgando su
salud, sus amistades, y su sosiego con estos
disparates. Si tú me conocieras (dixo el verdadero
Honor) luego á el punto te trocarías en otro muy
distinto del que eres: ¿Es honor ser ignorante,
presumido, y no convencerse de la razo, y buen
juicio? ¿Consiste el honor en mirar con desprecio el
resto de los hombres no disimular los defectos de
los amigos, y hacer causa de honor defender una
sinrazon á todo riesgo? Engañado has
vivido, el hombre de honor verdadero es afable,
cortés, comedido, sujeta gustoso su entendimiento à
el dictamen ageno, quando es acertado, disimula á
sus amios los defectos, que directamente no hieren
su estimacion, ama á todos, sirve á todos, y es el
regalo, el deleyte, y el descanso de las compañías;
á todos procura ser grato, y de todos es deseado:
esto le hace amado de los hombres, y honrado aun de
sus enemigos, y en esto consiste el verdadero honor;
y pues tu delito parece incorregible, determíno, y
mando vayas por veinte años á la Casa de los Locos,
y que allí te aprisionen en una jaula, donde todos
te insulten, te contradigan, y dén en rostro con tus
disparates, y locuras, para que de esta manera te
acostumbres à oìr tus defectos, y con la continuacion de escucharlos, se gaste la odiosa
actitud de tu génio. Se encogió de ombros, y salió
de la Sala mal contento. Presentóse á la vista con
mucho desembarazo otro ricamente vestido, y en su
seguimiento venian muchos pobres, que le hacian
repetìdas súplicas; pero èl con notable seriedad
pasó sin mirarlos, y llegando à el Trono con una
profunda reverencia, dixo: Yo, discreto Presidente,
y amado objeto de mi idea, soy un hombre de
distinguido nacimiento: tengo un empleo, que es de
mucho honor; pero lo contrario de los tiempos, y las
pasadas Guerras le tienen tan sin producto, que no
alcanza à la mitad de lo que necesito para los
gastos precisos del porte correspondiente à hombres
tan honrados como yo: esos hombres que me siguen, me
mo- lestan para que les pague algunos
restillos, que les debo de mis galas, y diversiones:
les tengo dicho, que se esperen, y que miren soy un
hombre de honor conocido, à quien no se morifica con
estos atrevimientos, que yà les pagaré, y con sus
crecidos premios; pero ellos, como son gente baxa, y
no conocen el honor, solo quieren su dinero; y asi
te suplíco me libres de carga tan pesada, y para lo
futuro me concedas privilegio para que todos me
fien, y presten, noticiandoles soy hombre de honor.
No tengo que alegar contra este reo, (dixo la
Verdad) pues su misma relacion es la mas propria
acusacion fiscál de su causa: Por tanto, ò Ilustre
Señor, pues miras la calidad de tal delito, decreta
el castigo correspondiente. No dexó el verdadero
Honor de afligirse, viendo que con su nombre se hacian tales desaciertos, y
prorrumpiendo en un ay lastimoso, dixo: ¡O ceguedad
de los hombres, hasta donde llegas! ¡O mala
inteligencia de mis propriedades, lo que ocasionas!
¿Dime, infelíz, Zangano despreciable de la
República, es motivo para que todos te sirvan, todos
te obedezcan, el que tu dicha, ò la fortuna loca te
ha distinguido de los demàs? ¿Consiste en esto el
honor? ¿No sabes, que el hombre verdaderamente
honrado es aquel que ampara à los pequeños, alivia à
los necesitados, dá à cada uno lo que es suyo, y no
procura aprovecharse del trabajo, y sudor ageno? Si
tus rentas no son bastantes para ese infame fausto
que obstentas, recoge los vuelos, mide tus posibles,
no excedas de tus alcances, y te verás mas honrado,
mas aplaudido, y mas bien quisto. ¿Què
derecho te ha dado ese fingido honor de que haces
alarde, para que usurpes à las pobres abejuelas sus
trabajos, y les comas las dulces cosechas de su
industria? El dia que midas los gastos con tus
fondos, y de estos minores para poder satisfacer las
quejas de esos desdichados, que te siguen, ese dia
te admitirè en tre mis verdaderos hijos, y
distinguirè con el caracter de la estimacion noble
de todos aquellos que obstentando honor, viven en el
concepto de los buenos deshonrados; y en pena de tu
culpa, mando te pongan en la publicidad de una Plaza
por tres dias, sujeto à la voluntad de todos tus
quejosos, para que cada uno te vaya quitando lo que
le hubieres usurpado; pues yà que como ignorante
Corneja te adornas de agenas plumas, igualmente como
ella te veas desnudo, para ser la risa,
y desprecio de todos: despues te llevaràn à Campaña
por diez años, donde servirás de simple Soldado, y
estaràs sujeto à que un Cabo te dè leccion, y enseñe
la doctrina del honor verdadero, y hasta que estès
bien firme en sus máximas, serviràs de Mochilero en
un Regimiento; y esto se executarà sin embargo de
supilacion. Alabaron todos la discreta sentencia del
Juez, y el desdichado se retirò, sufriendo mil
sátyras de los que le seguian. Limpia la Sala de
honor tan pestilente, entró conducida por el Proprio
Conocimiento, y Buen Juicio una muger, que su
presencia me causó mil inquietudes: venía vestida
honestamente, aunque no le eran estraños á su trage
el aseo, y curiosidad; su semblante macilento, y
confuso excitaba tristeza, y melancolía en el corazon mas alegre; los ojos hundidos, y
fijados en el suelo, demostraban un ánimo ofuscado,
y desabrido; tan flaca, y consumida, que parecía
retrato de la misma necesidad. Yo la miraba
pensativa, y me parecía haverla visto otra vez.
Puesta delante del Presidente, ni levantó la vista,
ni habló, ni hizo caso de nadie, tan recogida en su
pensamiento, que mas parecía estatua de carton con
manto, y saya, que muger viviente. Llegó á ella el
Proprio Conocimiento, y tirandola del brazo, la
advirtió del lugar donde se hallaba. Volvió en sí á
el aviso, y dando un profundo suspiro, exlamó
afligida: ¡O tempora! ¡O mores! y luego, sin
proseguir, volvió á su enthusiasmo, lo que visto por
la Verdad, dixo: En tu presencia tienes, ó rectisimo
Juez, á la Pensadora Gaditana . . . . . . A el oír
esto, quedé fuera de mí, sin saber qué
hacerme, pues viendo mi persona duplicada, temi me
hubiesen sacado en estatua à el Tribunal, tal vez
acusada de los que me entienden siniestramente, para
que me castigasen: recelè fuese en la persona, si me
conocian, y recogiendo el aliento medrosa, me ocultè
quanto pude, y volví á escuchar á la Verdad, que
decia: Aquì està Doña Betriz Cienfuegos, que
engañada de quatro bachillerìas, que conserva en la
memoria, ha tenido atrevimiento para aspirar à el
honor de Escritora, y reformadora de las costubres
de su tiempo; y pues en esto se manifiesta su
ignorancia, pues con fuerzas tan enanas se atreve à
empresa tan gigante, merece ó excelso Honor, la
impongas perpetuo silencio, y castigues severamente
su osadìa. Antes, ò Ilustrisimo Principe (dixo mi segunda Persona) que informado de la
Verdad de mis yerros, pronuncies la sentencia
merecida, te suplìco recibas por descargo de mi
culpa la buena intenicon de mis escritos, y el
trabajo à que voluntariamente me he entregado; pues
aunque otros motivos hayan sido el impulso de mi
pluma, no obstante no carece de aplauso la idea: tu,
ò verdadero Honor, eres el objeto de mis
admiraciones, y la causa de mis preguntas, y el fin
à que procuro conducir à el Mundo: bien sé que es
mucho lo que intento; ¿pero porque no consiga mis
deseos, perderè la gloria de emprenderlo? Discurro
que no. Y asi, recibiendo en pago de los cargos, que
resultan contra mì, lo mucho que padezco en
ocultarme, viéndome precisada à oìr baldones sin
poderme defender, alabanzas sin
agradecerlas, sufriendo à necios, y tolerando à
presumidos, viendo en fin, que algunos con un
desprecio fingido vàn recogiendo en aplausos el
premio de mis desvelos, lo que me causa tal pena,
que me quita la pluma de la mano, en esta atencion
espero de tu recto proceder el indulto, que
solicíto. Ciertamente (dixo el Honor) ò muger, que
eres rara entre todas las de tu sexo: ¿Quien te ha
metido à pensar, y criticar, exponiendote à la
censura de todos? y esto por el ruin honorcillo de
que te tengan por discreta aquellos que, si te
alaban, es con intento de engañarte con la lisonja,
para que te descubras, y luego poder burlarse de tí,
y hacerte el objeto de sus sátyras. Tambien te
atreves à un empeño tan grande sin la erudicion
necesaria, pues llenas dos pliegos de
hablar, y mas hablar, sin apoyar tus ideas con
authoridades, citas, historias, similes, y otros
primores, que hacen agradable la lectura; pues
aunque (segun mi parecer) persuade mejor la verdad
sin tanta digresion, has de saber, que la que se
pone à escribir à el Público, ha de sazonar un
manjar agradable à todos, y si no puede vencer este
imposible, arroje la pluma, y dexe la empresà à
Ingenios mas elevados; y asi, en castigo de tu
atrevimiento, y en pena de tus ignorancias, te mando
por seis años à que gobiernes las Niñas del
Hospicio, donde podrás exercer tu genio gruñidor,
concediendote para esto el mero-mixto imperio sobre
aquella puericia; y respecto à que con tus mismos
Pensamientos dàs el castigo mas cruél à tu necedad,
te se concede licencia para que pienses todos los
dias el espacio de una hora, y mas,
apropriando el producto de tu trabajos para mi Real
Fisco, y penas de Camara.