La Pensadora Gaditana: Pensamiento IV

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Pensamiento IV

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Metatextualidade

Autorretrato

Bien puedo llamarme dichosa, y hablar con libertad quanto quisiere, sin temor de que me conozcan; pues se vé tan desatinada la curiosidad en este empeño, que antes parece que se pone à delirar, que à inquirir. ¿Yo misma no sé de mí, que me trato muy adentro, y quieren Vms. conseguirlo? No se cansen, es trabajo perdido, que no soy tan tonta, que no tomase muy bien las medidas para ocultarme antes de dár à el Público mis Pensamientos. Tengo previsto, que me habia de adquirir la nota de muchos, y quizá la aprobacion de pocos: son muy diferentes los gustos de los hombres, y no habia de ser tanta mi vanidad, que en la accion de manifestarme, diese una clara idea de ella: contentense Vms. con saber, que la Pensadora es muger, (que es lo cierto) que las demás circunstancias discurro no son precisas para la aceptacion de mis discursos: ellos solos serán los que se hagan su fortuna. ¿Y luego para qué es tanto empeño en este asumpto? Yo imagino que es inútil, pues me parece que ninguno de mis Lectores querrá contraher esponsales conmigo, para que pretendan informarse de mi calidad, y propiedades; pero si hubiere alguno, que se hallase picado de mis Pensamientos, y quisiere hacerme dichosa, pida à Dios me ponga en ánimo de declararme, porque ahora estoy muy lejos de hacerlo. Sobre mi estilo se dice mucho, y bueno.

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Exemplo

A cierto agudo Ingenio le hizo tanto ruido un que de una de mis clausulas, que gastó dos dias para digerirle, y por fin se le ha quedado en el cuerpo. Otro, muy preciado de Gramaticon, se ha enamorado tanto de los substantivos de mis periodos, que dixo, que trocaría de buena gana toda su latinidad por la facilidad con que los produzco. ¡Ay que no es nada el elogio! Otro, haciendo de Profeta (pero falso) predixo con un tono Catoniano: Ella caerá sin duda: su estilo no es natural, y asi à poco que piense se le acabará la mina.
¡Pobre de mí, qué amenaza! Pero lo mas chistoso está en la inteligencia de un Tonti-discreto, que haciendo paralelo de mis Discursos con los del Pensador de Madrid, decidió muy ufano de esta manera: Desengañense Vms. que el Pensador de Madrid es mas hombre, que la Pensadora Gaditana. ¡Buena noticia! no he querido dexarla en el tintero, porque deseo que se aprovechen de ella. Parece que me dilato mucho sin objeto, no está en mi mano, quando la pluma toma su vuelo: vamos à el asumpto. ¡Qué dificil es corregir un abuso, quando cuenta siglos de ancianidad su observancia! ¡Con qué dificultad se arrancan del corazon humano aquellas idéas, que casi se posesionaron de él aun antes de haberse formado la razon! ¡Y qué violencia, y trabajo le cuesta à esta misma arrojar de sí aquel indigno huesped, que la usurpó el principal lugar de su soberanía! Pocas veces lo consigue, y entonces es solo quando el abuso abandona la posada por inútil, dexandola convertida en un triste espectáculo de penas, lastimoso efecto de la tyranía de sus yerros. ¡Quantas no serían infaustos exemplares de este discurso, si à el leerle reflexionasen con viveza sobre su importancia! ¡Y quantos no mirarían el sagrado de su honor vulnerado, si inadvertidos no permitiesen à sus mugeres, è hijas la indigna costumbre de taparse en los Templos, en las Calles, y en los Paseos, dandoles con este permiso una tácita licencia para exponerse à los mayores riesgos de una desgracia! ¡Y quantos, y quantas leerán estas reflexiones, que burlandose, prosigan infelizmente hasta que el golpe de la caída sea inútil aviso à el precipicio!

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Narração geral

El taparse las Damas, con cuyo abuso se disfrazan para aventurar su modestia, y honestidad, es el objeto de esta semana: circunstancia es esta marcialidad, y efecto de su licencioso permiso. En todos tiempos le han favorecido de otros nombres los desordenes; pero en ninguno ha habido mayor atrevimiento, como que la misma maldad pase plaza de desembarazo honesto, cubriendose con el aborrecible de marcialidad. Todo lo quiere disimular, claro indicio de que todo lo que se executa baxo este especioso pretexto es defectuoso, pues las acciones conformes à la razon, y buen juicio, no mendìgan brillanteces que las apadrinen, ellas por sí mismas se hacen lugar en los entendimientos no preocupados. Siempre ha sido indicio tenido por sospechoso el cubrirse el rostro: nunca se vieron sobre la tierra las trayciones, las vilezas, y los mas indignos delitos, sino es acompañados de esta traydora circunstancia. Quien oculta el rostro, dexa descubierto su pecho delinqüente; pues esta accion apadrina perfidias, no disimula inociencias; quita la verguenza al delito, no dá mas quilates al recato; en una palabra, con el tapado se le usurpa à el pudor la jurisdiccion que tiene de manifestar à el rostro à el cometer una accion indigna. ¿Con que sin este freno, à qué delirios no se arrojará quien se aleja del caracter indeleble de la honestidad, è inocencia? Es el tapado vergonzosa reliquia de la dilatada esclavitud, que lloramos baxo la tyranía de los Sarracenos; solo las Mugeres Orientales, y de ellas toda el Africa, por la unidad de religion, y costumbres, usan el no dexarse ver en las calles, y de estas lo conservan nuestras Andaluzas; pero no dexarán de avergonzarse, si saben el motivo por que aquellas lo practìcan. Entre los Mahometanos son las mugeres las mas desgraciadas de todo el mundo, nada se les confia, nada suponen, ninguna virtud se les concede, pues hasta la brutalidad de su secta les niega la fingida gloria, que ellos esperan; de una vez, de nada bueno las piensan capaces: por esto las encierran, las ocultan, las obligan à que no se dexen ver de ningun nacido, y las hacen vivir en el mundo, como si no compusiesen la mas bella parte de su sociedad: todo efecto de la irracional desconfianza, con que las miran. Esta es la causa de su tapado, y esto es lo que las hace parecer (bien contra su gusto) sombras andantes, quando se dexan ver en sus Ciudades. Esto es el tapado, señoras mias; y Vms. muy contentas, yá que han nacido en una de las mas cultas partes de la Europa, donde la racionalidad de sus habitantes nos coloca en aquel lugar para que nos destinó la naturaleza, Vms. mismas procuran desfigurarse, y hacerse sospechosas; ¿y luego se quexarán de que las encierren, y las traten con todo el rigor de los zelos? Qué me canso, si por infelices efectos de este abuso, conduciré mas apriesa à la noble presencia del desengaño á mis Lectores. ¿Cómo podrá honestar una Dama, à quien el caracter de su esposo la distingue entre muchas, la torpe marcialidad, con que se cubre baxo de un manto en un Paseo, y confundiendose con el ìnfimo Pueblo, se equivóca con aquellas à quienes su desgracia, ò estos mismos antecedentes hacen vivir en el mas abatido lugar del horror, y del desprecio? Si se presentára segun el caracter de su nacimiento, y fortuna, ¿pregunto, qué atreviemiento habria, que osase profanar su entereza con la mas leve expresion del arrobo? Nunca he creído, ni espero creer, que la Dama que ha gastado media hora en hablar tapada, haya salido tan inocente de este riesgo, que no haya tenido de que arrepentirse: suponiendo, que solo fuese efecto de la diversion, (como quieren decir) que ni aun esto creo. ¿Qué podrá esperar una tapada, (que solo lo executa por su génio marcial, y sin mas intento, que gastar el tiempo) de la immediacion de un joven, que por lo regular nada menos sabe, que los principios de una conversacion honesta? ¿Qué podrá esperar, sino atrevimientos, desenvolturas, è indignidades, ageno todo aun de aquellos oídos, que mas se precipitan à la vileza? Diganme Vms. señoras, si se hallasen en su casa, en sus Estrados, rodeadas de su familia, se dexarían tratar en este estilo? ¿Acaso podrian escuchar sin rubor la mas indiferente expresion de las que oyen con gusto quando tapadas? ¿Se atreverà tal vez el que se las dixo à mirarla tan vilmente en su casa, como lo hizo en el Paseo? Claro es que no (responderán): estaba tapada, no me conoció: yo me burlé muy bien de sus necedades: se acabó el tapado, se acabó todo. ¡O señoras mias! y cómo pienso con bastante fundamento, que no es asi como lo pintan: no se acabó todo, aunque se acabase el tapado: quedó el corazon dañado de aquel venenoso contagio, de que debe huir toda muger de honor. ¿Habrá alguna de quantas se tapan en los Paseos, que despues de haber gastado una hora en pelar la paba, (graciosa expresion!) refiera en una conversacion séria delante de gente de caracter, de su padre, ò marido, todo el asumpto en que empleó tan mal la preciosidad del tiempo? Sé positivamente que no, y que si tal vez hubiera quien obligase à alguna à que lo executase, que antes moriría al rigor de la violencia, que publicar aquellos indignos coloquios à que dá lugar el maldito tapado. ¡Valgame Dios! y que estén tan ciegas mis Gaditanas, que no piensen sériamente en esto; y que no teman las infelices conseqüencias, que de tan siniestros antecedentes todos los dias se originan! ¡No sé donde tienen la razon! ¡Que unas Damas, que gozan en toda Europa el embidiado nombre de discretas, y que à el mismo tiempo es asumpto de la fama los quilates de su hermosura, estas mismas se abandonan ruinmente al menosprecio de todos, por seguir una idea tan fuera de razon, tan agena de su sexo, y tan llenas de inconvenientes, peligros, y ruinas! No hay que replicarme, que no espero haya en el Mundo un solo entendimiento, que pueda dár una razon, aunque débil, en abono de este abuso, pues solo podrán ser padrinos de estas extravagancias aquellos mismos que establecen sus conquistas en la infelíz ocasion de este descuido. ¡Quantas hubieran ocultado entre el laudable rubor de la modestia los mas agigantados principios de sus peligros, si no hubiesen tenido entre las sombras de un manto, la funesta proporcion de declararse! ¡Y quantos atrevidos vanagloriosos se vieran con mayor número de triunfos, si no se los facilitase el tapado! Es la modestia el caracter mas propio de nuestro sexo, y aquel virtuoso atractivo, con que lícitamente se adquieren posesiones agradables, útiles, è inocentes: es la piedra philosophal de nuestras mayores felicidades: con ella se obliga à los hombres à ser corteses, atentos, honestos, y comedidos: en nosotras mismas está el principio de sus aciertos; pues no habrá desenfreno tan arrojado, que groseramente rompa las venerables lineas del recato, quando se amenazan las osadías con el desprecio. ¿Qué lastima ha de causar la inadvertida, que entre las ruinas del escarmiento llora las desdichadas conseqüencias de este aviso, si esta misma dió motivo à su desgracia con la marcialidad endiablada del tapado? ¿No sé cómo aquella Dama à quien su nacimiento, y fortuna la caracteriza distinguida entre muchas, puede atemperarse al grosero estilo del tapado, y hacer pasen sus oídos de las afectuosas expresiones del respeto, à las viles, è indecentes frases de las truhanerìas mas osadas? No puedo contener el juicio: es casi siempre una triste señal de lo dañado de un corazon el ocultar el rostro; y no puede menos de estar muy cerca de la ruina quien sin temor corre tan immediata al precipicio. Querer honestar este desorden, con que es solo diversion de un ánimo marcial, es pretender disimular un delito con otro: ¿Pues qué, no hallan estas Señoras diversion en la Alameda, y otros Paseos, presentandose con aquellas prendas, y magnificencias de que se vèn en posesion, unidas à la honestidad, modestia, y urbanidad? No señora, eso es bueno para las viejas, ahora que somos niñas, es preciso divertinos [sic]: demos al tiempo lo que es suyo. Convence la réplica: ¡Quando con el atractivo de la hermosura, la brillantèz de la juventud, y la poca reflexion de la edad se cuentan los peligros por instantes, ahora se ha de seguir el riesgo, se ha de amar la ocasion, y se ha de buscar la desgracia! y luego sucedida, entran los llantos, los suspiros, los arrepentimientos, el no pensé . . . . . no juzgué . . . . . no disurrí . . . . . ¿y esto quando? quando no tiene remedio. ¡Qué infelicidad de locura! ¿Qué buenas conseqüencias se pueden seguir de una conversacion, que uno de sus principales primores es olvidar lo cortés de todo trato político, y corresponderse mutuamente con una llaneza atrevida, ocasionada, y desatenta? ¿Qual serà la ocasion de este ruin permiso? Yo la diré: No gastar el tiempo inutilmente. ¡Buena respuesta! ¿Pues en un lance en que todo es inùtil, se mira con tanto rigor el emplear bien el tiempo? Disparate parece; pero la lástima es, que sin ser disparate, es una verdad solidisima: en aquel odioso modo de hablar, solo se procura dirigir la idea, sin pérdida de un instante, à procurar parecer discreta sin rienda; esto es, discurrir marcialmente sobre lo que ocurra. ¿Y cuales son las bellas ocurrencias de un tapado? Todos la saben: hay cosas, que se explican mejor con el silencio: para este fin, despreciando por inútiles el Vmd. Señora, Cavallero, y otros modos, con que se hace entender la buena crianza, y el entendimiento no siniestramente ocupado, se echa por medio, y con el tù por tù se pasa una tarde. ¿Y quienes? las mas veces una Señora distinguida, con un picaro bien vestido, que este despues la sigue con cautela, y habiendola conocido, publìca por triunfo de su fortuna, que habló con Doña F. en la Alameda, que le favoreció mucho; y que : : : : : ¿Y donde lo dice? en los Trucos, en los Cafés, y aun en las Barberías, delante de otros como él, que á las dos horas yá lo tienen estendido por la Ciudad. ¡Qué bello credito! ¿Donde està el honor, señoras mias? Todo esto es digno del ódio, no tiene duda, es la misma maldad disfrazada marcialmente. ¿Pero qué dirémos de los infelices exemplos, con que nuestras inocentes Doncellitas son conducidas à estos peligros? No hay que estrañar en las desgracias, con que se arruinan las familias, se pierden los maridos, y se vulnéra el mas delicado honor: pues las mismas madres, que habian de ser las que educasen sus hijas en la honestidad, y recato, estas mismas, no cansadas de ser locas aun en los años que mas raya la razon, se tapan, y hablan tapadas y llevan por compañeras à sus hijas; y aquella madre, que en su casa simúla con fingido zelo el cuidado de sus hijas delante de su marido, procediendo muchas veces con un rigor imprudente, esta misma en un Paseo la abandona, la arroja, y la permite á la solicitud de un joven, que este nada otra cosa hará, que inspirar en aquel tierno pecho las mas contrarias ideas á la virtud, honestidad, y decóro, y esto por la triste ceguedad de estár ella entretenida con otro de la misma esphera. ¡O qué desgracia! ¡la puericia, y la juventud, que son las dulces esperanzas de un Reyno, para lo que la razon, y propio interés estàn abogando por su buena educacion incesantemente, se les ha de dar tan malos exemplos, y se les ha de permitir estos desordenes! Aquí está clara la razon de este inveterado abuso; y mientras los que pueden hacerlo no impiden à aquellas que están á su cuidado este ilícito desahogo, ni el mal irà à menos, ni dexarémos todos los dias de llorar funestas ruinas del sosiego, la quietud, y el honor.
¿Pero cómo podré yo lisonjearme de que la rudeza de mi persuasion estorbe un mal tan radicado, quando ni aun el precepto, y desvelo de nuestros Superiores lo consigue? No sé cómo la menos advertida no se corre quando reflexiona, que ha llegado à tan alto grado el desorden, que para contenerle es preciso rodearlas de Centinelas; y que nuestros Jueces, como Padres de la Patria, movidos de las repetidas noticias de las ruinas, que causan los tapados, se valen de la fuerza para impedirlos, viendo que el propio interés, y modestia no se interesa en olvidarlos: reflexionen tambien, qué desayrado papel haran las Damas Gaditanas en el theatro del Mundo, siendo notorio à todo èl, que ha llegado à tanta nuestra libertad, que para contenerla aun no basta la continua assistencia de las Patrullas, ni la repeticion de Vandos, y esto en una Ciudad tan culta, y tan registrada de todas Naciones. Reflexionemos una vez, señoras mias, sobre nuestros principales intereses, que son el honor, y modestia, no nos abandonémos tan facilmente à la ociosidad, y contemplacion de los hombres: cumplamos con la obligacion de nuestro delicado sexo, y lograrémos en útiles estimaciones el premio debido á la virtud, y recogimiento; y no me insulten por rigurosa en el consejo, que hay tal calidad de males, que para su perfecta curacion les son precisos los cauterios displicentes.

Jueves 4. de Agosto de 1763.

Con licencia: En Madrid en la Imprenta de Francisco Xavier Garcia, calle de los Capellanes. Se hallarà este, y los demàs en la Librería de Juan Yuste, calle de la Concepcion, frente del Salvador, y en su Puesto Gradas de San Phelipe.