La Pensadora Gaditana: Pensamiento III
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Pensamiento III
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Metatextualität
Selbstportrait
Valgame Dios, y qué curiosidad
tan porfiada! ¿Qué circunstancia es para aceptar estos
Pensamientos el ansia de procurar conocerme? Yo estoy
segura de que no lo consigan; pero valga la razon; ¿Es
deseo de aplaudirme, ò intencion de vituperarme? No
puedo ponderar el gusto que he tenido à el oír las
diferentes opinions, que se han excitado sobre la
oficina donde se forjan estos Pensamientos: de todo se
ha dicho; pero siempre muy lejos de la verdad, porque
todos porfian, y à su parecer con razon, de que no es
muger la Pensadora. ¡Hay tal ignorancia! ¿Dios ha dado à
las mugeres otra alma distinta, y de menos facultades, que la de los hombres? ¿O procuran
hacer valer aquella antigua, y errada opinion, de que
las mugeres, eran animales imperfectos, estendiendola
tambien à sus luces, à fus discursos, y à sus
entendimientos? ¡Raro empeño! ¡fuerte preocupacion!
¡Pero qué me admiro, si las que habian de ser mas
interesadas en defender lo contrario, son las que apoyan
mas estos disparados raciocinios. Si señoras, las
mugeres son las que se alejan de este beneficio (de que
la naturaleza no nos ha privado) con la ignorancia, y
abandono à todo lo que es discurrir con fundamento, y
con la incredulidad, teniendo por imposible, que haya
mugeres que puedan disertar eruditamente como los
hombres.
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Dialog
A una Dama, à quien le
hacen estimable tanto su hermosura, como sus bellas luces (aunque ociosas) le presentaron
uno de mis Pensamientos, la que despues de haberle
leído, dixo en tono decisivo: Desengañense Vms.
señores, este es algun chusco, que valiendose del
privilegio, que las mugeres tenemos, de hablar lo
que se nos antojáre, ha authorizado sus Pensamientos
con esa mentida circunstancia de hacerlos hijos de
una muger, y asi lo creeré yo, como volar: qué Doña
Beatriz, ni que Doña friolera habia de ser esta,
quando la que mas se adelanta de nosotras es solo à
saber murmurar con gracia, hablar quatro
bachillerías insubstanciales, y manejar un Abanico
con primor. ¡Bello discurso! ¡valiente defensora
hemos encontrado! ¿Qué estrañamos la falsa opinion
en que todo el mundo nos tiene, si nosotras mismas
defendemos su dictamen, y parece que
agradecemos la injuria? Desengañense Vms. muger soy,
y muger, que tal qual sé discurrir, y ojalá que me
fuera posible dexar de serlo, para de este modo
alejarme quanto pudiera de un sexo, que tan poco
procura su esplendor; y que : : : : : pero no me
acordaba que me esperan los señores hombres, à
quienes tengo prometido un regalo. ¡Con quanto
empeño se lee en los libros, se oye en las
conversaciones, tanto de los doctos, como de los
ignorantes, la vulgar declamacion contra nuestras
modas, nuestros peynados, y nuestros afeytes! yá es
pasto comun de toda conversacion la rigurosa crítica
de nuesro modo de vivir: nos cuentan el tiempo (como
si lo pagasen de su dinero) que gastamos en
vestirnos, en peynarnos, &c. Alabo la censura,
si se adorna de buena intencion; pero
quiero saber quienes son los que numéran tan exactos
nuestros instantes, que esta curiosidad en mí es
disculpable. ¿Quienes son? Los hombres. ¡Los
hombres! ¿Esos que se componen, se adornan, y se
cuidan con tan escrupuloso, y prolijo esmero? No hay
duda: los mismos son los que fátyrizan nuestra
naturaleza, y aun casi disculpable inclinacion à
parecer bien, y estár adornadas. Ciertamente que es
cosa ridícula oír à estos Censores afeminados hacer
crítica de un vicio, que tan despóticamente los
posee: à unos sugetos en quien es tanto mayor esta
falta, quanto mas se alejan de aquel último fin para
que ocupan la tierra. Las mugeres se adornan, no lo
niego; pero es casi indispensable à su estado, à sus
esperanzas, y muchas veces à su quietud. ¿Pero los
hombres, que fueron criados para gobernar
los Reynos, mandar Exercitos, pisar Cáthedras, y
ocupar Tribunales, se han de entregar à la
delicadeza, à el luxo, y à la afeminacion?
¡Verguenza grande! No me pondré de propósito à
referir el tiempo que consumen en peynarse, los
afeytes con que muchos hacen resplandecer la
delicada tez de su rostro, el cuidado de la blancura
de sus manos; ni menos los olores, los moños, y
encages, con que acompañan su desfigurada gentileza:
tampoco contaré los quiebros, los melindres, los
suspiros con que se hacen presentes en las Visitas,
en las Iglesias, en las Plazas, y en los Paseos; son
estas cosas demasiado notorias para que yo canse à
mis Lectores en numerarlas, quando ellas se dexan
ver à cada instante, y en todas partes, aun de los ojos, que mas procuran huirlas;
pretendo solo manifestar lo grave de la enfermedad,
por los daños que causa en la naturaleza: y digo
bien en la naturaleza; pues parece que está
avergonzada de mirar cada dia mas, y mas burlados
sus intentos, y despreciados sus esfuerzos en
producir Hombres, Hombres, y que se entretiene en
franquearnos muñecos, que lejos de cumplir con la
obligacion de su valiente sexo, solo piensan en ser
Hombri-Mugeres, adulterando con afeminacion lo
magestuoso, lo respetable, y lo venerable de su
hermosura. Dixe hermosura, y discurro no he dicho
mal; porque la hermosura no es otra cosa, que la
proporcion adequada de las partes, que componen un
todo, y asi propiamente se llamará hermoso todo
aquello, que en su linea llega à lo
mas perfecto: de modo, que por hermosura no solo
debemos entender la delicada, y tierna, que ponderan
en las mugeres, igualmente son hermosos los hombres;
pero no se deben llamar hermosos por una delicadeza
de facciones, que los afemine, se hacen hermosos
pareciendo hombres, esto es, huyendo toda
afeminacion, y acostumbrando su traje, y cuidado à
todo aquello, que es mas propio del valor, y la
ciencia para que son destinados. ¿Cómo estará ágil,
y pronto à resistir los trabajos de una Campaña, las
necesidades de un Sitio, y los horrores de un Asalto
aquel cuerpo, que entregado toda su vida à una
delicadeza aborrecible, solo ha tocado la suavidad
de los texidos, y lo delgado de las Olandas, y
poseído de un continuo desvelo, por
componerse, y rizarse, no ha hecho mas progresos,
que en el descubrimiento de nuevas modas? ¡Valgame
Dios, y cómo estos mismos que se presentan con tanta
marcialidad en un Estrado, y llenan un Paseo de un
fingido desembarazo, estos mismos en una marcha
forzada de noche, pisando horrores, tocando
peligros, y esperando riesgos, qué nuevo Pais
descubrirán à su temor, y delicadeza! ¡Aquel corazon
solo acostumbrado à el armonioso estruendo de los
instrumentos, qué ansias padecerá á el oír el
fulminante estrépito de una pieza de Artillería!
¡cómo se dexarán poseer de un temor pánico aquellos
ánimos envilecidos entro lo agradable de las
pasiones, y delicias, quando miren à su lado los
lastimosos estragos de las balas! No tienen que replicarme: estos mismos, abandonando
todas las leyes del honor, huirán vergonzosamente:
que no es escuela la Guerra, que enseña solamente en
la Campaña, deben aprenderse los principios desde
los primeros años de la infancia, quando à el
formarse la razon, se hacen elecciones
correspondientes à la alta dignidad del sexo. El
entendimiento, que toda su vida ha consumido en los
pasatiempos inútiles, en realzar el mejor modo de
parecer galán, y rendido, aquel entendimiento, que
no admitió mas especies en los dilatados campos de
su comprehension, que los discursos inútiles de la
delicadeza, regalo, y enfadosa prolixidad de su
adorno, ¡este, qué pesaroso, y desayrado se verá
quando en los sérios Theatros de las Ciencias se mire atacar, y convencer de aquellos á
quienes muchas veces habia despreciado, porque su
modesto exterior desdecia de las brillanteces del
suyo! ¡y qué de congojas, y envidia le martyrizarán
el ánimo, quando vea à estos mismos elevados à las
Magistraturas, à las Garnachas, y à las Togas; y que
él mismo, no obstante la elevada torre de su
vanidad, se vé en la precision de humillarse, y
obsequiar á los que aun no juzgaba dignos de que le
sirviesen! ¡Pero cómo se le aumentará la pena,
quando vea que aquellos consiguieron el premio de
sus taréas como de justicia à sus heroycas virtudes,
y que su juicio, aunque conoce la causa, se halla
tan poseído de su vergonzoso modo de vida, que ya no
le es posible enmendar el yerro, por tarde, y
dificultoso! Aquellos à quienes mas
escasa la Fortuna fió solo los aumentos à su
industria, y que su bien, ò mal estar pende de su
continuo trabajo, y desvelo; estos entregados
vergonzosamente à los dispendios, à las diversiones,
y à la prodigalidad en los adornos, y escusados
gastos, ¡cómo se mirarán tristemente oprimidos,
quando à la ruina de sus fingidas abundancias, se
vean reducidos à las estrecheces de un asylo, donde
irremediablemente padecerán los funestos efectos de
unas causas tan agenas de toda razon, y capacidad!
En fin, todos los dias se estan viendo estas tristes
scenas, y aun temo, que hoy se divisan
bastantemente; y no obstante los hombres mas
ridículos, mas afeminados, y mas olvidados, en nada
menos piensan, que en corregir
semejantes detestables abusos; pues continuamente se
miran algunos tan pagados de estos mugeriles
cuidados, y tan empeñados en excedernos en la
delicadeza, en la compostura, y en los rizos, que
para conseguir hacerse primorosos en estos indignos
Paseos, practícan cosas, que no se atreverá de
verguenza la muger mas presumida de Dama. No
pretendo (ni quiera Dios que sea tan necia) que los
hombres se gradúen hombres por el desaliño, ni que
les sea agena la gala, y compostura; querer esto,
fuera irracionalidad: deseo, sí, que se adornen, y
cuiden como que puede llegar el caso que defiendan
una Muralla, hagan una Oposicion, y presidan un
Tribunal: y asi solo se vestirán con lucimiento;
pero sin cuidado: con esplendor; pero
sin esmero: curiosa, y vistosamente; pero con trage
que no desdiga de su valor, ni que afemine su
animosidad: asi serán mas estimados, venerados, y
queridos, y no tendrán que corregir en su exterior,
quando ocupen los puestos à que deben aspirar todos
aquellos, que han nacido individuos de tan noble
sexo. Pensarán muchos, que asi se hacen mas amables,
y que quanto mas procuren imitarnos en los trages, y
en los adornos, otro tanto mas tendrán andado en
nuestra estimacion; pero se engañan lastimosamente,
todo sucede à el contrario de lo que imaginan: en
ningun tiempo se miran mas burlados de las propias
mugeres, y menos respetados, que en el presente.
Antiguamente las mismas eran las
mugeres, que las que hoy ocupan la tierra, en nada
se diferenciaban: habia Damas delicadas, señoras
primorosas, y hermosuras presumidas; y estas se
prendaban de aquellos que mas se distinguian por el
valor, la ciencia, ò la industria: era para ellas un
acto positivo de merito extraordinario, no la
delicadeza, los olores, y las ternezas; y sí el
esfuerzo, la animosidad, y el entendimiento:
entonces los hombres eran obedecidos con un respeto
gustoso; hoy se miran lisonjeados con una obediencia
fingida: porque valga la verdad, ¿cómo ha de poner
temor en su casa, y à su familia un Adonis, que nada
piensa menos, que en hacerse respetar? Como le
tengan pronto, y à su gusto todo lo necesario para
parecer un Narciso, como no encuentre la menor falta
en estas frioleras, pasa descuidado por todo
aquello, que directamente mira à su
honor, y estimacion; y entonces toda su familia,
habiendo hallado el modo de engañarle, se desvela en
este inútil cuidado, para desviarle de otros, que le
fueran mas provechosos à su conciencia, à su honor,
y à sus intereses.
¿No sé cómo un corazon, en cuyo espacio cabe
la noble idéa de una Conquista, y en cuyo seno se
alimenta el virtuoso deseo de una Toga, puede dár
igual lugar à las despreciables ocupaciones de los
adornos, que tanto le afeminan, y alejan de aquellos
distinguidos objetos, de que son capaces los
hombres? Lo ignoro, y muchas veces reflexionando
sobre este asumpto he sacado unas conseqüencias
bastantemente funestas à la Religion, à el Estado, y
à la Patria. Desengañense Vms. señores, el medio que
han tomado de hacerse mas agradables, respetados, y
temidos es el contrario diametralmente à su
intento. Todo patricio nace con la
obligacion de concurrir à la gloria de su Patria con
la espada, con el entendimiento, y con sus
intereses: ¿Pregunto, en las urgencias de esta,
quando se vea en la necesidad del esfuerzo de sus
hijos para defender sus posesiones, hallará hijos
atrevidos, entendidos, y ricos entre tanto tropél
como llenan las Plazas, los Paseos, y los Theatros,
donde no piensan mas, que en afeminarse con sus
atavíos, en entorpecer sus discursos con idéas
pueriles, y ridículas, y en gastar sus patrimonios
en lo costoso de su porte?
Las mas de las pocas ocasiones, que mi génio
estudioso me permite concurrir à las visitas, que me
son indispensables, me ha servido de diversion el
ver la porfia, con que todos nuestros Españoles
procuran mas, y mas aventajarse en lo ridículo, y
despreciable, que nos atrae el continuo trato de todas las Naciones. ¡Lastimoso empeño!
¡que de quantas virtudes morales se admiran en los
estraños, todas estas se desprecien, y que solo sea
el objeto de nuestra curiosidad, è imitacion, lo que
debia serlo del odio, y del olvido! ¡Rara ceguedad!
¡que no conozcan los hombres, que la principal causa
de su merito consiste en ser verdaderos hombres, y
que quanto mas se aparten de parecerlo, tanto mas
pierden de su valor! No hay que convencerlos: la
preocupacion está radicada con la costumbre, son
dignos de imitarse: sin pararse à reflexionar si
desdice, ò conviene à su sexo, sin avergonzarse de
ser el objeto de la risa de aquellos pocos, que
piensan con maduréz, à el instante se arrojan
precipitados en seguimiento de las extravagancias,
que miran en otros, porfiando consigo mismo en
excederlos, si pueden, con alguna otra novedad mas
ridícula. Este luxo, este brillante
adorno, esta delicadeza en tratarse, en una palabra,
esta vergonzosa afeminacion hace à los hombres
cobardes, ignorantes, y descuidados de sus
obligaciones: un pecho, que piensa à sus solas cómo
tendrá à el dia siguiente mejor color en el rostro,
qué peynado le servirá de mas adorno, y qué vestido
le hará mas gallán, este criará un ánimo endeble,
temeroso, y espantadizo; porque huyendo de todo lo
que puede ofender la symetrica colocacion de sus
diges, huíra juntamente de todas las ocasiones en
que pudiera aumentar su honor con alguna hazaña
valerosa: un entendimiento, que se dexa llenar de
especies sin substancia, haciendo objeto de sus
idéas el Galanteo, la Visita, la Comedia, y la
compostura, este nunca podrá poseer con perfeccion
ciencia alguna, dexando con esto perder las
proporciones, que pudieran adelantarle,
y elevarle à las Cáthedras, y Tribunales. Aquellos,
que anteponen el cuidado de su persona, y el
contento de sus ideas à las forzosas obligaciones de
su estado, estos nunca conseguirán el fruto de sus
taréas; porque haciendo las diligencias violentos, y
de, las mas veces, el no ser hechas à tiempo, y con
eficacia, es la causa de la pérdida de sus
intereses, y de sus créditos. Estos males,
eslavonados unos en otros, y de unos à otros
individuos, son la ruina lastimosa de una República:
y esta República, y estos individuos se verán
lastimoso estrago de sus desordenes, porque
degenerando del magestuoso varoníl adorno, se
envilecen con el ridículo, y afeminado, propio solo
de gente de Theatro. ¿Qué les parece à Vms. señoras
mias, las he vengado de la semana pasada?
Ebene 3
Exemplum
Julio Cesar, aquel
Heroe, que con el mismo valor manejaba la Espada,
que la Pluma, aquel à quien los riesgos eminentes
eran estímulos de los ardores de su esfuerzo, este
mismo dió muestras de la magnanimidad de su
corazon, aun mucho antes de llegar à joven, en el
descuido de su adorno, y en el poco cuidado de su
vestido: eran incompatibles en aquel tierno pecho,
oficina donde se iba formando el mayor Político,
el mayor Guerrero, y el no menos docto, eran,
digo, incompatibles las indignas baxezas de estos
cuidados con las elevadas miras de sus máximas: el ánimo, que ha de ser grande, nunca
es pequeño: asi como el Leon generoso desde el
principio de su vida dá señales de su animosidad,
sin que jamás se entretenga en las ridiculeces
proprias de una Mona.
Ebene 3
Exemplum
Los Phenicios, que
tanto se estendieron, si à el principio por su
comercio, luego por su valor: los Romanos, que
señorearon el Mundo à el continuado afán de un
trabajo interminable; y la República de Cartágo,
que asimismo llegó á tanta extension, que estubo
muy cerca de obscurecer todas las
glorias de Roma, todos cayeron miserablemente à el
infelice golpe del luxo, del fausto, y de la
afeminacion. Estas Potencias, que debieron tanta
exaltacion à sus hijos, y se lisonjearon de
invencibles mientras el valor se llevaba las
atenciones de sus patricios, estas mismas fueron
lamentable despojo de la desgracia, luego que,
degenerando aquellos de las virtudes con que
supieron hacerse inmortales en la fama, se
entregaron vilmente à las diversiones, à el
esplendor, à la afectacion; en una palabra,
mudaron naturaleza, se afeminaron.