La Pensadora Gaditana: Pensamiento II

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Nivel 1

Pensamiento II

Nivel 2

Metatextualidad

Impaciente tu curiosidad, excitada de un Prólogo tan largo, y pesado, habrá estado aguardando este mi primer discurso, para tantear si corresponden los efectos á mis promesas: pues yá le tienes delante; pero no esperes vér mis escritos llenos de palabras hinchadas, clausulas pomposas, frases inaudítas: no, no lo esperes; soy naturalmente opuesta á tales modos de explicacion, y gustosamente inclinada á el sencillo, y familiar estilo: este, acompañado de una buena intencion, y de la verdad, discurro logrará mejor el efecto á que se dirige mi pluma: corregido te quiero; enmendada te deseo; si asi lo consigo, canonizaré mi méthodo por el mas elegante. Todas estarán en la inteligencia de que dará principio mi génio pensador por las extravagancias de los hombres, dandoles una mano como se merecen, desquitando en parte las muchas que nos deben; pues no, señoras mias, si Vms. lo aguardaban, tengan paciencia, y aguanten, que la caridad bien ordenada, principia exercitandose en cosa propia, y quiero primero que me deban un aviso, y una reprehension; porque como las amo de veras, y soy interesada en sus aciertos, ó desbarros, intento apagar el fuego de casa antes que el del vecino: dexarles, que esta semana se alegren, que mas pensamientos hay que longanizas, no se quedarán sin su merecido: aunque muevo con violencia la pluma en este discurso, por las especies que se me atropellan contra estos enemigos de nuestro sosiego, y quietud; pero pues estoy determinada, paciencia, y á la obra.

Nivel 3

Fábula

¿Qué encontrará el mudo silencio de los Peces fuera de las aguas? ¿Qué alcanzará la laboriosa Hormiga con vestirse de plumas, y subirse por esos ayres? ¿Las simples Avecillas, que en la ligereza de su vuelo aseguran su inocencia, qué conseguirán humillando sus elevados destinos á la tierra? ¿Qué? perecer, y morir: pues con ignorancia descuidada, olvidando las precisas qualidades de su sér, y constitucion, se arrojaron por diversion, y pasatiempo (digamoslo de una vez) se atrevieron con un marcial descuido á salir de su centro, de su estado, y discurriendo lograr nuevos quilates de primor; los Peces el respirar un aura mas pura; las Hormigas el elevarse á las nubes con la nueva moda de sus alas; y las Aves, olvidando el sublíme sér de su naturaleza, el humillarse á los lazos, y peligros de la tierra, solo consiguieron ser despojo anticipado de la muerte, engañados con el especioso pretexto de mejorar, y hacer vér sabían vivir en todos elementos. ¿Si à el ver esta desgraciada suerte (suponiendo ser estos animales capaces de responder) se les preguntase la causa de su ruina, qué dirán? Responderian los Peces, que pagaban injustamente el laudable deseo de saber mas; pues procurando salir alguna vez de las silenciosas moradas de su centro, para lograr el ruidoso ambiente de la tierra, se veían perecer míseramente à el golpe fatal de su desprevenida curiosidad. Las Hormigas dirian, que cansadas ya de habitar las tristes, y pequeñas cabernas de sus cuevas, sublevado su génio de la maravillosa moda de las Aves, pues con sus alas registraban mas de cerca los hermosos rayos del Sol, por imitarlas habian pretendido, y criado alas, y elevadas con ellas à otra esfera agena de su naturaleza, rigorosamente encontraban la muerte, donde discurrieron hallar nuevos modos de aumentar, y abrillantar su vida. Las Aves entre musicos suspiros de su desgracia, alegarían, que al penoso exercicio de estar siempre elevadas, y sublimes en la excelsa constitucion de su naturaleza, por desahogo, y descanso de tan sério, y distinguido modo de vivir alternaban, con descender muchas veces à revolcarse, y arrastrarse en las humildades de la tierra, abandonando lo excelso de las nubes; pero que habian hallado entre los engañosos lazos de la envidia la pérdida de su libertad, y de su vida. ¡Pobres animales, que porque con marcial desahogo quisieron aliviarse, y divertirse una vez de las reglas en que les constituyó naturaleza, han de morir miserablemente! ¡Fuerte rigor! ¡Cruél destino! ¡Pero estraño modo de discurrir! ¿Qué les habia de suceder, si abandonando las leyes de su sér, y vida, se habian atrevido à salir de su centro, elevarse de su estado, y humillarse de sus prerrogativas? Si señoras mias, esto nos sucede à las que desprevenidas, y ciegas nos arrojamos à seguir las caprichosas preocupaciones de la necedad, y poca modestia.
¡Qué desconocida sería à nuestras antiguas Damas Españolas esta voz hermosa, Marcialidad, y sus infelices conseqüencias! Con este al parecer brillante pretexto se canoniza la desenvoltura, el poco recato, la ninguna modestia, el abandono en nuestras Doncellitas de aquella amable, hermosa, y vergonzosa timidéz, con que se negaban à todo lo que pudiera ofender su delicado estado: el olvido en nuestras Casadas de aquella inimitable circunspeccion, y natural soberanía con que sabian quitar la vida en sus mismos principios aun à las osadîas mas inocentes: el poco reparo en nuestras Viudas para arrojarse à todas las diversiones, paseos, y lugares de concurrencia, donde ni lo peligroso de su estado las estorva parecer marciales, ni el temor de su principio las hace acordar de las obligaciones, que se deben à su honra, y à la de su difunto esposo: en una palabra, esta voz Marcialidad es el tapalo todo de quanto malo se executa. Piensan Vms. señoras mias, (y piensan mal) que no se les dará propiamente el nombre de Damas, de Pitimétras, y de Modistas, si no acompañan todas estas cosas con un modo de presentarse en las visitas, en los paseos, en los espectáculos públicos tan libre, que à la verdad mas propio es de gente de baxo nacimiento, que de aquellas à quien la fortuna ha colocado en un estado digno de la mas concertada conducta. ¿Qué marcialidad, ni qué alforja podrá honestar en una Dama el desarreglado modo de conducirse en un paséo? lleva consigo tres, ò quatro acompañantes, (Cortejos dixo otro) à quienes imita en las risas desproporcionadas, en las voces altas, y festivas, haciendo con cuidadosa libertad, gala de sus bachillerías; llamando à aquel conocido, saludando à el otro, mirando à este, y haciendo gestos à todos; y en fin, con la continua agitacion de su cabeza vá denotando lo poco que le cuesta moverla, por lo vacía que se halla de entendimiento. ¡O, si nuestras antiguas Españolas (vuelvo à decir) vieran este modo de proceder! y que haciendo a estas Damas cargo de esto, respondian con la misma ayrosa libertad, ¿qué saben Vms.? esto es marcialidad. ¡O marcialidad, y qué de ruinas, y vencimientos aun éras entre el engañado séquito, que idolátra sin entenderte! Marte, fingido Dios de la Guerra, y à quien creyò la ciega Gentilidad Protector de sus Profesores, dió el nombre de Marciales à todos aquellos que seguian este peligroso exercicio. La gala (todos los saben, nada pongo de mi casa) de los Militares, y el mas aquilatado primor de un Oficial, en los antiguos, y modernos tiempos, ha sido siempre la libertad, haciendo sus deseos medida de sus progresos: esto, aunque no es necesario para suponer valor, les parece indispensable, que à un hombre que sabe despreciar los mas temibles peligros, haga en todas partes, y ocasiones alarde de aquella franqueza de ánimo, con que en el riesgo conduce su animosidad; y el deseo de parecer atrevidos, y valerosos, les ha obligado á tratar con el mismo desprecio, que á sus enemigos, todo aquello que se opone á sus intentos, sea justo, ó injusto. Este aviso, autorizado con la continuacion, se graduó con el nombre de Marcialidad. ¿Diganme Vms. ahora, señoras, les parecerá bien todo aquello que le es lícito (hablo de tejas abaxo) à un Joven Oficial? ¿Será acomodado con la delicadéz de su honor el andar á la Prusiana, y aquellos desgarros con que se caracteríza un Soldado de valiente, y animoso? Claro es que me dirán, que no: ¿Pues por qué quieren ser Vms. Marciales, ó seguir la marcialidad, si no han de conquistar Plazas, vencer Rebellines, batir Castillos, ni asaltar Murallas? ¿Si Vms. no han de hacer Marchas, no han de acampar, no han de asaltar Trincheras, ni han de hacer surtidas, para qué es esa demostracion tan continua de la agilidad de sus movimientos, ni de la vivacidad de su espíritu? Las Plazas, que Vms. han de conquistar, las Batallas que han de vencer, y los peligros que han de superar, no han de ser con la marcialidad licenciosa, ha de ser con el recato honesto, con la discrecion juiciosa, con la gracia comedida, con la compostura séria, y en fin ha de ser con hacerse respetar por honradas, temer por discretas, venerar por recogidas, y desear por virtuosas. Las otras victorias, que consigue la marcialidad son pasageras, poco durables, desayradas, y peligrosas. Discurren muchas, que no conseguirán el estado á que se inclinan, si no se valen de hacerse reparar por la marcialidad de su ayre, de su porte, y de su explicacion: discurren, que si hacen lo contrario, las tendrán por gazmoñas, y huirán los hombres de ellas, se engañan de medio á medio: siempre, á pesar de los malos, y el vicio, ha sido estimada la virtud, y alabada aun de aquellos que mas huyen de ella. Todos naturalmente aman lo bueno, y desprecian lo malo: pues aunque se repara continuamente tantos como siguen las ridiculeces, las extravagancias, y disparates, no es por apetecerlos como males, antes se funda su engaño en que, preocupados los entendimientos con las falsas apariencias del bien que imaginan, se precipitan en el abysmo de la maldad, y por esto se miran todos los dias tantos arrepentimientos: pues luego que llegó á ilustrar con sus luces el desengaño, al punto se huye de lo que con tanta ansia se apetecía: en esto está la mayor fuerza de mi pensamiento. Repetidas veces oygo lamentar à muchas de mis Amigas de la mala condicion de sus maridos: las unas ponderan su olvido, las otras lamentan sus zelos: quien se queja por el desprecio con que la trata, quien por lo distraído de su proceder: aquella llora verse encerrada, y en continua desconfianza con su esposo; esta suspira su desgracia, pues quando discurria tener marido amable, generoso, risueño, y confiado, se mira con un martyrio continuo, sufriendo à un irritable, melancólico, miserable, y mal acondicionado: ¿y en qué consistirá esto, señoras mias? Vms. de buena gana desearán les diga la causa, para que conociendola procuren el remedio: ¿No es asi? Pues escuchen: Les llegó el desengado [sic] á aquellos maridos, y alumbrandoles, y disipando las tinieblas del falso amor, con que estaban ciegos, les hizo cobrar buena vista, y esa es la causa de tanta mudanza. ¡Valgame Dios! y cómo me gritarian, me insultarían, y me tratarían de loca, y bachillera, si me pillasen el coleto algunas de tantas como leerán estas razones, diciendo: ¿Venga acá, señora Pensadora, el desengaño, que es el que hace entendidos, y humanos, y aleja los vicios, ese mismo ha de ser causa de tan indignos modos con que nos tratan? Vayase á coser, que no sabe lo que se piensa; y mejor le será, si ha de decir tales disparates, entretenerse con la Almohadilla, que ponerse á Philosopha, para decir desatinos como este. Vms. habrán quedado con la réplica muy ufanas, y con gran marcialidad cantando la victoria, ¿no es verdad? Pues no está en lo dicho el daño, lo peor es, que no me arrepiento de mi dictamen, y vuelvo á decir, que la llegada del desengaño les ha puesto tan distintos. Me explicaré.

Nivel 3

Ejemplo

En el tiempo que se hallaban en estado de hacer lícitas conquistas (hablo de las que se quejan, y me insultan) Vms. digo, se valieron para rendir sus maridos, del chiste, del gracejo, del bayle, de la discrecion, y no perdonaron medios, que no usasen para hacer valer estas gracias: hasta aquí vamos bien; lo peor fue, que por ser mas Damas, mas graciosas, mas discretas, y por hacer lucir mas su ayroso arte en el baylar, todas estas cosas, que en la realidad son dignas de alabanza, si se usan con una discrecion virtuosa, todas, todas se echaron á perder practicandolas con marcialidad. ¡Con marcialidad! si señoras, con marcialidad: esta fue la que les hizo desabridos sus chistes con el poco recato: deslució su gracejo con hacerse comun: afeó su bayle con la poca honestidad; y ocultó su discrecion entre el confuso tropel de pensamientos libertinos, mas propios de gente de Theatro, que de Damas á quien el pundonor debe ser inseparable. Llega despues el desengaño, y quitando el velo de la passion ciega de los ojos del marido, como todos regularmente quieren sean sus mugeres unas Santas, aunque ellos sean unos Diablos, y les hace conocer que se hallan casados con una señora de Marcialidad remarcable, y ellos, por haberlas escogido de esta naturaleza, se infiere no son de génio, y proceder bueno, al punto se inquietan, se ponen desabridos, y mudan de estilo, porque su malignidad, causada por nosotras mismas, infiere unas conseqüencias de antecedentes, que ni à Vms. les gustará el oirlos, ni à mí estado es lícito decirlos: por esto siempre temerosos, siempre impacientes, siempre gruñendo, maldicen su fortuna, su casamiento, y aborrecen las mugeres. ¿Esto es verdad, señoras mias? ¿Se fundan mis pensamientos ahora? ¿No es verdad, que Mariquita, y Pepita, aquellas de quienes Vms. se burlaban con marcialidad quando solteras, llamandolas encogidas, tontas, inaguantables, y huían de su compañia, porque no eran Marciales, y porque con gusto honrado, y digno de envidia vivian segun su estado, é ignorando lo que era marcialidad, y sus efectos, no pensaron mas, que en llenar admirablemente el cumplimiento de su obligacion, sin salir de aquellas lineas, que la Religion, el pundonor, y el buen gusto ha puesto à las Doncellas, que han de vivir como tales; no es verdad, que estas se hallan hoy casadas con hombres de estimacion en la República, queridas, y celebradas de sus maridos, sin que estos se cansen de estimarlas, porque el desengaño nada ha tenido que advertirles? Las quisieron virtuosas, y las tienen virtuosas: ellas les conquistaron con el recato el miramiento, el pundonor, y el retiro, y asi ellos no tienen de que arrepentirse, porque se hallan con mugeres recatadas, de miramiento, pundonorosas, y retiradas; porque valga una verdad, señoras mias, los hombres que mas celebran las marcialidades, interin que les son útiles les festejan, y aplauden; pero en el fondo de su corazon son los primeros que principian à murmurar, y desagradarse de nosotras, porque todas las cosas reciben valor intrínseco de sus mismas qualidades: si estas son malas, no es de estrañar lo que se llora, y lamenta. Y assi, señoras mias, volvamos una vez por nuestra reputacion, no salgamos de aquellos fueros, con que nuestra mas respetable antiguedad se ha conducido en nuestras Heroynas Españolas, que contentas solo con el cuidado de sus maridos, é hijos, aborrecieron como peste todas aquellas agenas extravagancias, que guian su veneno à la sencilléz del ánimo, y à la inocencia de una vida à que debemos siempre dirigir nuestros pensamientos: no salgamos de nuestro centro, y propio estado, no nos suceda lo que à el Pez, la Hormiga, y el Ave.

Metatextualidad

Se advierte, que habiendo escrito este Discurso algunos meses ha, sin intencion de que se diese à la Prensa, por obedecer, y obsequiar à una Amiguita mia hoy me veo en la precision de publicarle sin inovar cosa alguna; porque el impulso, que me alentó à escribirle, me quita las facultades de enmendarle.

Julio 21. de 1763. En Cadiz.

Con licencia: En Madrid en la Imprenta de Francisco Xavier Garcia, calle de los Capellanes. Se hallarà en la Librería de Juan Yuste, calle de la Concepcion, frente del Salvador, y en su Puesto Gradas de San Phelipe.